“¿Qué debemos aprender del 2021 para lograr plenitud el año siguiente?”, pregunto mientras agito 3 monedas en mi puño antes de liberarlas. 6 tiros después, el resultado es el hexagrama 53: “Chien / La Evolución (Progreso paulatino)”. El signo se compone, arriba, de Sun, que es “madera, penetración”, y debajo de Ken, que es “montaña, quietud”.
Se lee: “Un árbol sobre la montaña se desarrolla lentamente, conforme a un orden dado, y en consecuencia se halla firmemente arraigado”. La evolución que avanza paulatinamente, paso a paso: “adentro hay quietud, tranquilidad que protege de actitudes irreflexivas, y afuera penetración, que hace posible la evolución y el progreso”. Esperar a que las cosas se desarrollen correctamente: no precipitarse. El dictamen del hexagrama dice algo interesante, si consideramos la turbulencia política que nos espera: “También en este caso se trata de una vía evolutiva correcta lograda mediante el cultivo de la propia personalidad”, y luego, la maravilla que parece ajustarse a nuestras circunstancias: “Todo el influjo ejercido a la manera de los agitadores carece de efecto duradero… Ningún influjo o despertar repentino tiene efecto persistente. Y para lograr este progreso en la opinión pública, en las costumbres públicas, es preciso que la personalidad adquiera gravitación e influencia. Esto se logra mediante un cuidadoso y constante trabajo dedicado al propio desarrollo moral”. Siguiendo al oráculo chino, podríamos ver el futuro año como un árbol sobre una montaña, que es visible a lo lejos y cuyo crecimiento, lento, influye en el paisaje de toda la comarca. Adentro: templanza; afuera: fuerza, constancia y desarrollo moral para evolucionar. Feliz 2022.
@eljalf