Supongo que era inevitable caer en el pánico. Responder desde el miedo. ¿A quién culpamos? Al exceso de información, según. Al bombardeo permanente al que estamos expuestxs 24/7:
Apocalípticos mensajes cuya fuente es el amigo de la prima de un amigo, que sabe mejor que nadie y sin duda alguna que el final está cerca: que ALGUIEN nos oculta información para luego observar la catástrofe desde la comodidad de su sillón reclinable; o bien, mensajes relajados que nos indican que basta hacer gárgaras con agüita caliente y bicarbonato para evitar al bicho, pues hay un plan detrás de todo esto que busca arrastrarnos al más instintivo de los caos para que acabemos matándonos lxs unxs a lxs otrxs.
Como sea: relacionamos esta "bulimia de información" con el ahora: con nuestra época de imprescindible conexión y socialización ineludible. Pero sucede que hace 100 años, cuando la gripe "española" mató a más de 20 millones de personas en un año -incluidos Gustav Klimt y Egon Schiele-, la información también corría en ambos sentidos (el del terror apocalíptico y el de la sospecha del impacto), y los charlatanes se encumbraron como expertos en medicina, periodismo, religión y ciencias… y ahora surge una nueva generación que busca, sin duda, treparse en los hombros de la tragedia para encontrar la gloria de las redes sociales.
Lo que nos queda, pues, es la prudencia desde nuestro limitado conocimiento de la circunstancia. Unirnos para no caer en la depresión pandémica. Entender, por primera vez, que tal vez no se trate de nosotrxs, sino de quien sí puede sufrir las consecuencias letales de nuestra imprudencia. Y ya. Espero, en todo caso, que la pandemia, 100 años después, nos enseñe que, efectivamente, matar a una mariposa del otro lado del mundo podría tener consecuencias devastadoras aquí, donde nunca pasa nada.
@eljalf