Vengo al botanero y en la mesa de al lado se celebra una reunión de ex compañeros de prepa, seguramente. Deben andar por los 60. Se ven felices. Y se les nota una juventud retrasada. Como si les hubiera faltado vivir algo. Igual se nota quiénes eran hermosos hace 30 años y siguen siéndolo, de un modo distinto y más digno, ahora: la suficiencia de la señora que fue y sigue siendo bonita y deseada, la sobradez del señor que fue guapo y se levantaba a todas y se mantiene delgado. Se nota también quién agarró trabajo en gobierno: años de estabilidad económica salen a flote. Es obvio quién se dedicó a la docencia universitaria.
Y hay también una doctora y otra señora que seguro se casó con un arquitecto. Se ven felices. Unos más que otros, claro, porque así es la vida. Me pregunto cómo seré a su edad, a la que me acerco con el sigilo de quien se niega a dejar de usar tenis.
¿Seré el triste que bebe como al margen o el que reclama las canciones al cantinero? ¿Qué papel jugaré cuando en 20 años nos juntemos, amigos, y lleguen a contarme sus vidas felices y triunfos y presuman sus camionetas eléctricas? Ahora sale una señora del baño, no la había notado. Se apoya con un bastón elegante, todos la saludan.
El de chaleco que estaba sentado al otro lado del bar se levanta y platica con ella, se le nota algo como un cariño de hace mucho. Cuando ella se sienta, él le besa la frente y vuelve a su mesa. Me descubre siguiéndolo con la mirada y me responde con un gesto de “así es la vida y ni modo”. Parece que todos se perdieron de algo. Están contentos, pero hay algo retrasado en sus risas: como si hubieran dejado algo a medias. ¿Qué nos estaremos perdiendo de la vida, queridos?
@eljalf
