El Marco Curricular de la Nueva Escuela Mexicana se encuentra en análisis y debate. La búsqueda de articular el proyecto político y el proyecto educativo implica la atención cuidadosa de elementos transversales que tienen que ver con el sentido de transformación, la condición social que ha dejado la pandemia y la emergencia de nuevos sentidos en la enseñanza y el aprendizaje. La educación entonces debemos pensarla en contextos más justos, equitativos y democráticos. El currículum obligatorio, como dispositivo privilegiado en la construcción de una sociedad con esas características, constituye un elemento que merece especial atención.
Si bien el fundamento de la propuesta de Marco curricular se orienta a reconocer la educación como un derecho humano, el enfoque crítico, el pensamiento crítico, la interculturalidad, lo comunitario, entre otros, que constituyen categorías y ejes por demás interesantes, habrá que ver su articulación y concreción en las diversas estrategias, políticas y materiales educativos, particularmente en los planes y programas de estudio, donde uno de los ejes centrales de análisis será la fragmentación del conocimiento.
Si concebimos al currículum como una construcción social e histórica, es pertinente poner en el centro del debate la ruptura con el enfoque por competencias que ha dominado los planes y programas de estudio en las últimas décadas. Considerada como una de las características centrales de la globalización, la competitividad, junto con el crecimiento y la productividad, establecieron una configuración de una lógica de racionalidad técnica-instrumental en todos los ámbitos de la vida social, y el educativo no fue la excepción.
Esta racionalidad, generó la formación de sujetos (vistos como objeto-producto) distantes de prácticas colectivas y de desarrollo de su pensamiento complejo para ponderar en su lugar, el individualismo y la simplicidad de los procesos.
El currículum por competencias, por su naturaleza racional, implicó la fragmentación del conocimiento, el cual es un tema de debate en la propuesta del nuevo Marco Curricular. Separar en lugar de integrar ha sido el sentido. Se priorizó el análisis por encima de la síntesis. El fundamento del aprendizaje se ha orientado con base en teorías psicológicas (que explican los procesos individuales) dejando de lado las pedagógicas y sociológicas, además de las de orden cultural.
Al respecto, Edgar Morin (2002) nos dice que “nuestra civilización y, por consiguiente, nuestra enseñanza, privilegiaron la separación en detrimento de la unión, el análisis en detrimento de la síntesis. Unión y síntesis quedaron subdesarrollados. Por eso, tanto la separación como la acumulación sin relaciones de los conocimientos están privilegiados en detrimento de la organización que vincula los conocimientos”. La fragmentación del conocimiento, ha generado que los sujetos no lo contextualicen ni lo integren, lo perciban desarticulado entre sus componentes y de la realidad misma, se necesita entonces el desarrollo de un pensamiento totalizador, multirreferencial y complejo que considere lo diverso y la unidad, en suma, que evite la fragmentación de la realidad.
Marcar ruptura con esta lógica de racionalidad que ha generado el currículo por competencias se ha vuelto un imperativo de la educación. Es pertinente entonces pensar el currículum desde otros ángulos, otras miradas, otras experiencias. El enfoque humanista, por la cercanía que ha mostrado con el sentido de transformación social, parece ser una vía posible, sin embargo, recordemos que no sólo es una cuestión de aspiración o de discurso, sino que debe constituirse en un proceso formativo permanente, particularmente en quienes tienen la responsabilidad de desarrollarlo: los maestros.
La configuración de un nuevo marco curricular, detono varios frentes de lucha: el teórico-conceptual, el político, el pedagógico-didáctico, el social. Evidentemente que se habrán de generar tensiones y desafíos para los cuales los docentes deben estar preparados, y la mejor forma de hacerlo, es involucrarse de manera profunda en la construcción de una nueva racionalidad curricular.
Alfonso Torres Hernández