Negocios

Volatilidad e incertidumbre en el panorama

Posterior al anuncio de tarifas arancelarias, hemos vivido un ajuste importante en las expectativas del mercado sobre el futuro del crecimiento económico global y las repercusiones que habrá en el orden global, de continuar, e incluso escalar, la guerra comercial. El impacto inmediato ha sido agresivo, después de que los pronósticos de un accionar más prudente por parte de Trump no se cumplieran, el efecto real comienza a revelarse en los precios, en las expectativas de crecimiento y en el ánimo de los inversionistas.

La narrativa oficial por parte del gobierno de Estados Unidos ha sido de confrontación directa: proteger la industria nacional, reducir la dependencia de China y avanzar en el proceso de regionalización de las cadenas de suministro. Una estrategia que busca acercar la producción a casa, posiblemente con aliados estratégicos que se alineen a su visión. Hasta aquí, suena lógico y atractivo. Sin embargo, este cambio en el orden global podría venir acompañado de costos importantes para el mundo.

En analogías anteriores usadas por el mismo Trump, se ha comparado esta estrategia con tomar una medicina: amarga al principio, pero con el potencial de fortalecer la economía a largo plazo. Hoy, esa analogía merece una revisión. ¿Y si la medicina resulta ser más fuerte de lo necesario? ¿Y si, en vez de curar, termina debilitando al paciente?

Lo que vemos es que el mundo se fragmenta aceleradamente. Las tensiones entre bloques geopolíticos no solo se manifiestan en lo militar o lo diplomático, también reconfiguran el comercio global. De acuerdo con los diferentes niveles de tarifas que vimos en el anuncio, Estados Unidos ha decidido cortar ciertas relaciones estratégicas con Asia y apostar más por Norteamérica y algunos países de Latinoamérica. Europa, por su parte, podría tener una postura más defensiva ante las negociaciones de Estados Unidos. Este movimiento de "repliegue" pareciera sensato, pero conlleva riesgos que aún no están del todo cuantificados.

La regionalización, aunque tiene ventajas —como menor exposición a interrupciones globales y mayor control sobre los procesos productivos—, también implica costos: mayores precios por menor eficiencia, una inflación estructural más difícil de controlar, y el riesgo de crear economías cerradas que pierdan competitividad frente a otros bloques. Esto último es clave: mientras Occidente impone barreras, países como China y el resto de Asia avanzan con acuerdos comerciales, inversiones estratégicas y una postura más agresiva en la conquista de mercados emergentes.

En términos de mercados, lo que hemos visto desde el anuncio de tarifas es un reajuste hacia activos más defensivos. Las bolsas en Estados Unidos tuvieron un importante retroceso, particularmente en sectores que dependen del comercio internacional, como tecnología y manufactura avanzada. En contraste, algunos mercados emergentes han mostrado cierta resiliencia, al percibirse como beneficiarios potenciales de una reconfiguración del comercio global, como es el caso de México.

El movimiento en tasas es incierto, la Fed tendrá una disyuntiva importante si vemos presiones sobre la inflación por los aranceles y, a la vez, una desaceleración económica que podría apuntar a una recesión global. Por el momento, el mercado descuenta un posible ciclo de recortes mayor al que teníamos previo a los anuncios de tarifas.

México, por su parte, se encuentra en una posición ambigua. Por un lado, somos uno de los grandes ganadores del nearshoring. Muchas empresas están mirando hacia nuestro país como una alternativa viable para producir más cerca de Estados Unidos, especialmente en sectores como el automotriz, el electrónico y el logístico. Por otro lado, también somos vulnerables si el crecimiento de nuestro principal socio comercial se debilita por una inflación persistente o una menor competitividad.

No es casualidad que el debate se centre cada vez más en las consecuencias de mediano y largo plazo. ¿Podrá Estados Unidos sostener un crecimiento robusto con una economía más cerrada? ¿Hasta qué punto la inflación estructural —impulsada por tarifas, salarios más altos y restricciones de oferta— puede ser contenida sin frenar demasiado la actividad? ¿Y qué pasa con los mercados financieros, acostumbrados a décadas de globalización y eficiencia?

La medicina, en este caso, puede tener efectos secundarios más serios de lo que muchos esperaban. Si bien es cierto que ciertos sectores estratégicos podrían fortalecerse, el riesgo de encarecer toda la economía y frenar el dinamismo es real. Y lo más preocupante, en un mundo donde otras potencias están dispuestas a ocupar el espacio que deja Occidente, el costo geopolítico de este repliegue puede ser aún más alto.

Como inversionistas, toca navegar este nuevo entorno con cautela. La diversificación geográfica cobra más sentido que nunca. No basta con mirar los mercados tradicionales; ahora es momento de entender hacia dónde se están moviendo los flujos de inversión y qué regiones pueden beneficiarse en este nuevo tablero global.

Estamos, sin duda, en una etapa de transformación profunda. No es el fin de la globalización, pero sí el inicio de una nueva era, donde el equilibrio entre seguridad económica y eficiencia será el gran reto en las próximas décadas.


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Alfonso Jarquín
  • Alfonso Jarquín
  • Director de Inversiones en Valmex
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