Sin duda Dios nos libró de algo, porque dos días antes de que llegáramos a Haifa, empezó la guerra en Israel por los hechos de sobra conocidos. Estaba previsto que estuviéramos también en Jerusalén, pero la opción quedó cancelada. De regreso en Dallas doy seguimiento a lo que ocurre en la zona de conflicto a través de redes sociales y televisoras que tienen en la región corresponsales.
Uno de ellos es Adnan Elburh, reportero de la BBC. Después de que Israel ordenara a los residentes salir del norte de Gaza; Adnan, su esposa y sus cinco hijos salieron de Jabaliya el viernes 13 de octubre hacia el sur de la franja, pero como lo relató ayer en una de sus colaboraciones “no hay un solo centímetro seguro en Gaza”.
Las experiencias que han vivido estos días son aterradoras. Huyendo de un lugar a otro por avisos de bombardeos; sin agua ni electricidad, durmiendo sobre cartones en una noche fría en el piso de un parque infantil en la ciudad de Jan Yunis junto al edificio de la Media Luna Roja, “parece que huimos de una muerte a otra”, dice Adnan.
Finalmente decidió enviar a su familia con un amigo que vive en el campo en el centro de la franja de Gaza, pero él se quedó en Jan Yunis. Adnan concluye su artículo con una frase triste y preocupante: “No sé dónde pasaré la noche. Realmente no sé a dónde ir”.
A estas alturas del conflicto abundan los relatos desgarradores tanto de Israelitas como de Palestinos. Las imágenes que de continuo surgen y dan la vuelta al mundo hablan por sí mismas, y no se avizora una solución de corto plazo.
Permíteme hacer una reflexión guardando la debida proporción. Quizá tu no estás literalmente en medio de una guerra; pero hay en ti duras batallas que te hacen sentir angustiado, asustado y sin esperanza. Solo tú conoces lo que pasa en tu interior y en tu entorno, y en cierto sentido “no sabes a dónde ir”.
Escucha las palabras del Salvador Jesucristo: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo les daré descanso”, Mateo 11.28. Jesús promete perdonar tus pecados; darte nueva vida y estar contigo para siempre, Mateo 28.20.
Jesús vino a buscar y a salvar al que se ha perdido, Lucas 19.10. Créele; acepta su perdón logrado en la cruz para ti, y pídele que venga a morar a tu corazón entregándole tu vida. Te ama el Señor.
