Ocurrió el 20 mayo acá en los Estados Unidos. Aderrien Murry de once años tomó el teléfono y llamó a la policía. Eran alrededor de las cuatro de la mañana. Su mamá Nakal Murry discutía con un hombre al interior de la vivienda.
Uno de los dos policías de Indianola Mississippi que llegó al lugar dio una patada en la puerta antes de que Nakala les abriera. Ella explicó que el hombre causante del disturbio ya se había retirado y que al interior de la vivienda había tres niños; pero el oficiale gritó que cualquier persona al interior de la casa debía salir con las manos en alto. El pequeño Aderrien obedeció, pero el policía le disparó en el pecho.
Arrien sobrevivió de milagro. Estuvo hospitalizado cinco días debido a un colapso pulmonar. Su hígado estaba lacerado y tenía varias costillas fracturadas. Cuando fue entrevistado en el noticiero “Good Morning America” de la cadena ABC News, Arrien literalmente dijo: “Realmente pensé que estaba a punto de perder la vida..., estaba sangrando por mi boca. Pero recuerdo estar cantando una canción”. Cuando le preguntaron sobre la misma dijo que se trataba “No Weapon”. La letra de esta se basa en Isaías 54.17 que dice: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará..., y tu salvación de mí vendrá, dijo Jehová”. El pequeño Aderrien aseguró ante millones de espectadores: “Fue Dios quien me salvó la vida, y lo creo de verdad”.
Quizá no es literalmente una bala la que ha perforado tu pecho, pero tu corazón desfallece. Quizá piensas que esa herida en el alma no tiene sanidad. Quizá piensas que del último de tus fracasos no te levantarás. Quizá piensas que ese pecado que te atormenta no puede ser perdonado. Quizá piensas que la perdida de tu ser amado también te arrebató para siempre la existencia. Quizá piensas que has llegado a un callejón sin salida y no hay para ti remedio. Escucha a Dios decirte: “Te amo tanto que di a mi único hijo, Jesús, para salvarte mediante lo que hizo por ti en la Cruz”, Juan 3.16.
Jesús vive y sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros. Clama a él. Pídele que te perdone y venga a morar a tu corazón. Él no traiciona ni abandona. Promete estar contigo por siempre.
“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, 2 Corintios. 5.17.
