Y en polvo te convertirás. Este “miércoles de ceniza” millones de personas a lo largo y ancho del mundo acudieron a colocarse en la frente la marca de la cruz. De inicio la tradición nos recuerda lo que la Biblia dice acerca del origen del hombre: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, Génesis 2.7
Pero la realidad es que “polvo” y “ceniza” aunque son diferentes mantienen un vínculo estrecho. Con el polvo Dios mismo formó al hombre, y no solo eso: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla...”, Génesis 1.26-28
Es decir, los seres humanos no somos resultado de la casualidad, la evolución o cualquier otra teoría. Somos la cúspide de la creación divina, así que en Dios mismo está nuestro origen y también nuestra identidad. Por eso nuestra vida no tiene sentido sin él.
Ahora bien, la “ceniza” en el Antiguo Testamento está estrechamente vinculada al arrepentimiento. Ésta generalmente provenía de los sacrificios de animales hechos en el altar de bronce, cuyos restos eran quemados. La víctima inocente se ofrecía en sacrificio sustituto para la expiación de pecados.
También Jesús se refirió a la ceniza cuando dijo: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza”.
Jesús en la cruz del Calvario se ofreció en perfección absoluta a fin de salvarnos del castigo eterno que merece nuestro pecado. Él fue la víctima inocente que recibió sobre sí mismo el juicio que nos correspondía. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”, Isaías 53.5-6
Creer. Volvernos a él. Apropiar lo que hizo por amor a nosotros. Ríndetele y pídele que venga a morar a tu corazón y transforme tu vida y verás.
Alejandro Maldonado