La edificación estaba alejada de todo el glamur que viste una sede diplomática. Con todo, el viejo edificio de paredes de yeso y techos de lámina, tenía un elevado poste a donde día y noche ondeaba la bandera de las barras y las estrellas. Además, colgada en la pared de una oficina estaba la fotografía del presidente Barack Obama.
La sede en cuestión era perfectamente visible por ubicarse en Accra, la ciudad capital de Ghana; y era además de sobra conocida entre la población como la Embajada de Estados Unidos, porque promovía continuamente sus servicios por medio de volantes y espectaculares. De esta forma y a lo largo de por lo menos diez años, el sitio estuvo emitiendo visas y documentos de identificación a quién sabe cuántas personas.
Sin embargo, todo cambió esta semana cuando las autoridades clausuraron el inmueble a petición del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Resulta que la "embajada" era falsa y, según los reportes, operaba bajo el auspicio de las mafias de Ghana y Turquía en colaboración con funcionarios del país africano.
¡Qué cosas! Sin embargo en la parte espiritual ocurre algo peor: Abundan las religiones, sectas y movimientos que ofrecen una especie de "visa" para llegar al cielo. Los ricos, poderosos e influyentes tienen acceso a los jerarcas religiosos para que les "absuelvan y bendigan". Otros se empeñan en acallar sus conciencias mediante la práctica de buenas obras, ritos, ceremonias, peregrinaciones, esfuerzos personales o la entrega de abultadas limosnas. Hay quienes se someten a la autoflagelación, el aislamiento, la contemplación, el humanismo, el extremismo, o la privación de toda clase de placer terrenal.
¡Cuidado! El camino que lleva a la perdición es tan ancho como la humanidad misma; pero el que conduce al cielo es tan angosto que necesariamente cada uno de nosotros tiene que pasar a la cruz del calvario.
Dios oferta gratuitamente el "pasaporte al cielo", y no hay riqueza en todo el universo con el que alguien lo pueda adquirir. Para Dios costó todo: El sacrificio de su hijo unigénito, quien nos remplazó en el juicio y el castigo a causa de nuestros pecados.
La salvación es por gracia. Cada uno de nosotros debemos reconocernos como lo que somos: Pecadores destituidos de la gloria de Dios. Cuando nos damos cuenta de nuestra grave y miserable condición, es fácil correr hacia Jesucristo para pedirle que sea nuestro Señor y Salvador.
Cree en Jesucristo y serás salvo. No hay nada más que lo pueda hacer.