Nada justifica la serie de decisiones que tomó Mario Marín con aquella infame llamada a KamelNacif en diciembre de 2005, que marcó el inicio de su sexenio en Puebla. Fue un acto obsceno, de abuso de poder y cinismo puro, hoy ya convertido en emblema de la descomposición política nacional.
¿Qué diferencia hay entre el Marín al que cacharon ordenando "coscorrones" contra una periodista incómoda y la política actual, plagada aún de corrupción e impunidad?
La única diferencia palpable es que a Marín lo atraparon en flagrancia y a otros los han protegido y premiado.
Exgobernadores consentidos en embajadas, cobijados bajo el manto del fuero, refugiados en los beneficios de la complicidad política. Esa es la constante en el México actual, una dinámica que no ha cambiado desde aquellos días del PRI imbatible que aplastaba elecciones como la que ganó Marín, con amplia ventaja sobre el panista Francisco Fraile en 2005. Era otro México, pero ciertas prácticas siguen intactas.
De hecho en 2007, dos años después del escándalo, Marín volvió a ganar contundentemente. Para ciertos sectores, particularmente rurales y vulnerables, él nunca fue el Góber Precioso sino simplemente el “Licenciado Marín”, el que construyó canchas, pavimentó calles, regaló despensas y puso su apellido en escuelas y mercados. Para ellos, no hubo escándalo, solo beneficios directos.
La clase política, esa élite que no suele rendir cuentas ni asumir culpas, mantiene en secreto una gratitud silenciosa hacia Marín. No olvidan los favores, los silencios cómplices, los acuerdos entre copas.
Por ejemplo, ¿con cuántas copas de coñac habrá celebrado Miguel Barbosa su colección de presos políticos?
Mario Marín es solo una pieza visible de esa gran novela dramática de corrupción que caracteriza a la política nacional. Su caso debería ser estudiado en universidades para entender la impunidad, el cinismo y el descaro con que se gobierna y se manipula al país.
Su caída no significa justicia, solo evidencia que en México el problema no es cometer abusos, sino que te cachen en la movida.
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Los operativos contra tiendas chinas no solo han puesto al descubierto productos de dudosa procedencia sino otros males. Por ejemplo, promociones tramposas, licencias vencidas, así como empleados que trabajan con bajos salarios y sin seguridad social.