Hace un año, por estas fechas, Alejandro Armenta observaba cómo desfilaban aquellos quienes durante el proceso interno, habían apostado por su primo Nacho Mier. Buscaban congraciarse y subirse al proyecto del entonces senador. No daban crédito cómo, contra todo pronóstico, Armenta se había convertido en el candidato a la gubernatura por el partido Morena, donde la elección constitucional era mero trámite, porque la que representó una guerra, fue la interna.
Desde ese momento, Armenta centró sus esfuerzos en cumplir con las expectativas de la entonces candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, aportando cerca de 2 millones de votos y asegurando un triunfo contundente para Morena en Puebla. Además, trabajó para limar asperezas con Mier Velazco y junto con Liz Sánchez, garantizar dos escaños en el Senado, curules en la Cámara de Diputados para congraciarse con el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, así como asegurar la mayoría en el Congreso local y en los ayuntamientos del estado. Desde entonces, comenzó a delinear la ruta de lo que sería su gobierno.
El 14 de diciembre, al asumir el cargo de gobernador, Armenta se propuso dar un giro al modelo de gobernanza.
Han pasado 100 días en los que ha mostrado cuál será el estilo para los 2,087 restantes. Más allá de lo que ya informó en su discurso, hay otros elementos destacables: mantiene cercanía con empresarios, toma en cuenta a las universidades, es tolerante con la prensa y dialoga con la clase política. A su gabinete lo trae a raya, enfrenta temas que sus antecesores evitaron (como el transporte público) e impone el orden frente a los amagos de organizaciones populares como Antorcha Campesina y la 28 de octubre.
En el ánimo social, Armenta goza de bonos positivos por la certidumbre que genera. Desde Rafael Moreno Valle, no se había tenido un gobernador con expectativas a largo plazo y que no proviniera de la imposición (como Sergio Céspedes), sino que es fruto de la democracia traducida en votos. Sin embargo, todo gobierno es perfectible. En el de Armenta, hay muchos pendientes por atender. Es crucial que la soberbia no se apodere de sus decisiones, que la arrogancia que otorga el poder le pase de noche y que, cuando mencione a Claudia Sheinbaum, piense también en los que vivimos en el estado.
