Hace 78 años, México estuvo a punto de enfrentarse con Estados Unidos en Baja California bajo el contexto de la Segunda Guerra Mundial, lo que logró evitar el general Lázaro Cárdenas.
Meses antes de que el 28 de mayo de 1942 el presidente Manuel Ávila Camacho declarara la guerra a Alemania, Italia y Japón, nombró a su antecesor, el ex presidente Cárdenas, comandante de la Región Militar del Pacífico y luego secretario de la Defensa en un gesto de unidad nacional.
Después del ataque a Pearl Harbor, empezó a circular el rumor de que los japoneses estaban preparando la invasión de Estados Unidos desde la península.
El general Juan C. Zertuche malinformó al presidente Ávila Camacho que los japoneses habían ocultado armamento y combustible en algunos puntos de Baja California para preparar una invasión de Estados Unidos, pero posteriormente se supo que no era verdad, sino meras apreciaciones personales del militar.
Con base en esta versión infundada, las autoridades estadunidenses alegaron que tenían permiso del propio presidente Ávila Camacho, a través del jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), el general Salvador Sánchez para buscar dicho material en territorio mexicano.
“Sin embargo, el daño ya estaba hecho, era el pretexto ideal para la penetración de tropas del vecino del norte a México”, escribió el mayor e historiador Antonio Campuzano Rosales, autor del reciente ensayo “Lázaro Cárdenas y los principios de Defensa Nacional de México en la Segunda Guerra Mundial”.
Así fue como, sin mediar una autorización del gobierno mexicano, según el mayor Campuzano, “un destacamento militar compuesto por 100 hombres del IV Ejército estadunidense penetraron a nuestro territorio por la Baja California, sin que la Zona Militar tuviera conocimiento”.
Cuando Lázaro Cárdenas supo de la incursión de un contingente de tropas estadunidenses a México, se dedicó a buscarlo, pero la comandancia de la región contaba apenas con unos mil soldados, dos aeronaves y, si acaso, cuatro pequeños barcos de la Armada, según relata el historiador.
“La situación era muy delicada y el comandante Cárdenas con la valiosa ayuda de su Estado Mayor supo resolver este problema. Fue el entonces mayor Arturo Dávila Caballero, quien al mando de un destacamento de tropas mexicanas, logró encontrar a las norteamericanas y en forma comedida, pero enérgica, las acompañó de regreso hasta la frontera de su país”, cita tomada por el autor del libro de la Secretaría de la Defensa Nacional, El Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, de 1979.
Después de este delicado incidente, el general Cárdenas se reunió en el casino Agua Caliente de Tijuana para dialogar con su contraparte estadunidense, el general John L. de Witt, comandante del IV Ejército norteamericano y de la Defensa Oeste de los Estados Unidos, quien insistió en que sus tropas sí contaban con el permiso del EMP.
Cárdenas logró evitar así el derramamiento de sangre y preservar la dignidad nacional.
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