Valiosas joyas de la historia de México se encuentran resguardadas en la Biblioteca John Carter Brown en Providence, Rhode Island, Estados Unidos.
Entre ellas, destaca la Segunda Carta de Relación de Hernán Cortés, impresa en 1524 en Nuremberg, traducida al latín del original en español por Pietro Saugorgnano, con el título Praeclara Ferdina[n]di. Cortesii de noua maris oceani Hyspania narratio…
Con mucha atención observé el antiquísimo libro que contiene el primer mapa de la antigua gran Ciudad de México, que muestra tanto Tenochtitlan, con el nombre españolizado de Temistitan, como la costa del actual Golfo de México.
Gracias a la hospitalidad del director de la biblioteca, Neil Safier, tuve acceso a los libros más preciados de esta notable colección iniciada en 1846 por el empresario John Carter Brown, especializada en la exploración, conquista y colonización de América.
Está compuesta no solo por libros, sino también por manuscritos, mapas y retratos raros, como los óleos de Moctezuma y de Cortés.
El cuadro anónimo de Moctezuma, que fue propiedad del célebre historiador William Prescott, muestra al emperador mexica en andas, tiene inscrito en una cartela el título “Recivelo Moctezuma en hombros de Reyes y ofrecele dones” (sic), representa el momento del encuentro con el conquistador español, quien no figura en el cuadro. Seguramente esta pintura forma parte de otro cuadro, desconocido o perdido, que podría complementar la narración visual del acontecimiento.
El retrato de Cortés, también anónimo de fines de principios del siglo XIX, no se asemeja para nada a la representación favorable del Capitán General, como la que existe en el Hospital de Jesús, ni mucho menos a la del sifilítico deforme como lo pintó Diego Rivera. Es una personificación romántica de un joven caballero, de mirada dulce y barba lampiña, que viste de negro, en su pecho destaca el rojo de la orden de Santiago y en el cuello el blanco de la gorguera, tocado por una boina emplumada.
Aquí, en este rico acervo de la historia y la cultura mexicanas, destaca el Códice Tovar, importante fuente del siglo XVI sobre la cultura azteca, ricamente ilustrado.
En el Códice Tovar sobresale la página con la representación del mito de la fundación de Tenochtitlan por los aztecas, origen de nuestro escudo nacional, pero llama la atención de que el águila devora un pájaro y no una serpiente.
Por ello, en el blog Yorokobu, Jadel Abdelrahim se pregunta con razón “¿Seguro era una serpiente lo que devoró el águila de la bandera mexicana?”.
La respuesta depende del “códice con que se mire”, según nos dice en el blog el doctor Patrick Johansson, investigador de la UNAM.
“Lo importante en el escudo de México no es la serpiente. Lo realmente fundamental, en lo que coincidimos todos, es en el águila y el nopal. Es decir, el lugar central de esta historia no está reservado al águila que devora la serpiente, sino al tenochtli, el corazón-semilla de Copil, del cual nace la ciudad”.
La colección mexicana de la biblioteca Brown es fundamental para el proyecto de memoria histórica que impulsa el gobierno de México.
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