En el radio una voz grave anuncia: "Este es un momento de reflexión: de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo". Y terminaba con un tenor cantando el Ave María. Ese anuncio es viejísimo y yo creo que todos aquí en Monterrey están familiarizados con él. Nunca entendí la obsesión de la radiodifusora con esa reflexión; la pasaban varias veces al día y creo que todavía anda por ahí, recordándole a la gente que no debe aspirar a ganar el mundo entero. Yo pienso que ese tipo de recomendaciones funcionan para personas que efectivamente están capacitadas para conquistar el mundo; Alejandro Magno, Hitler, Napoleón, etcétera. Ellos sí ganaron el mundo y en efecto: se perdieron a sí mismos.
El otro día fui a un funeral. El fallecido no era nadie que yo conociera, simplemente me acerqué al entierro porque me gusta ver cómo bajan los féretros y todo lo que ocurre en el proceso. Algo que escucho con frecuencia de personas arrebatadas por la emoción y el drama del momento es la frase de "no somos nada". No estoy de acuerdo; yo digo que después de todo estamos bien hechos. Sí, con defectos de diseño y vestigios inútiles y conflictivos como el apéndice, los ojos que requieren todo tipo de lentes y correcciones y articulaciones deficientes, entre otras cosas, pero en general no podemos quejarnos. Yo por mi parte estoy muy contento de estar vivo y lo confirmo cada que bajan un féretro a un hoyo y me doy cuenta que no soy yo el inquilino de ese ataúd. Lo que sí es que estamos locos. Demuéstreme lo contrario. No todos; conozco gente cuerda y sana, pero son pocos y cada vez hay menos. Estoy convencido de que vamos a terminar por extinguir todas las formas de vida superiores del planeta y luego nos vamos a morir nosotros. Y no lo digo yo: me remito a las estadísticas. ¿Y sabe qué es lo más interesante? Que al planeta le importa un carajo lo que nos pase; eventualmente la vida regresará en su forma más elemental: un caldo de bacterias y algas seguido de bichos rarísimos llenos de ojos, patas y antenas y después cosas más complicadas, como reptiles voladores gigantes y mamíferos ciegos que viven bajo tierra. Con suerte y la evolución vuelve a generar una especie tan perniciosa, nefasta, autodestructiva y estúpida como la nuestra. Entonces le doy la razón a los que proclaman a mitad del entierro y rasgándose las vestiduras que no somos nada: para allá vamos.
La reflexión del radio me recuerda a los filósofos griegos de la antigüedad; intentaban determinar quiénes éramos, cómo era el mundo y cómo era nuestra relación con el mismo. También estaban preocupados por la manera en que nos comportamos y se hacían preguntas elementales como qué es lo bueno, lo correcto, lo útil, la virtud, la felicidad y cosas por el estilo. Fue una gran época. De eso solo nos quedan estas declaraciones profundas y declamadas en tono solemne y oscuro y que siguen dando vueltas en el radio desde hace no sé cuántas décadas. Le pregunté a un cajero en el supermercado si entendía eso de perderse a sí mismo; me dijo que no. Que sí: había escuchado tantas veces el mensaje que le parecía como un adorno, como algo intrínseco de la programación. Supongo que lo que nos quiere decir el radio es que debemos aspirar a cosas más nobles y trascendentes y no caer en la tentación del poder y la riqueza, porque al final nos vamos a morir, y dejamos atrás un montón de huesos. Entre que no somos nada, nos perdemos a nosotros mismos y terminamos de destruir la vida en la Tierra podemos regresar a cuestionarnos cosas elementales, así como lo hicimos hace 2,500 años para averiguar qué mierda estamos haciendo. Con suerte enderezamos el asunto y nos salvamos.