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Morton y el arte de subastar en tiempos de cambio

FT MERCADOS

Morton Subastas desmonta mitos sobre las subastas y explica por qué vender un Picasso puede implicar una llamada directa a Sotheby’s.

En el competitivo mundo de las subastas, Eduardo López Morton ha sabido construir una marca reconocida por su rigor, cercanía con los coleccionistas y capacidad de adaptación. Como director general de Morton Subastas, lidera una empresa que combina la experiencia artesanal de la valuación con estrategias contemporáneas de mercado.

La subasta es un espectáculo”, afirma, aunque reconoce que el salón lleno de compradores presenciales ha dado paso a un escenario híbrido, donde hasta 40 por ciento de las ventas se realizan en línea. La digitalización, lejos de restar valor al evento, ha ampliado el alcance y democratizado el acceso. “Cualquiera puede asistir. No necesitas invitación ni vestirte de gala”, asegura.

​La estrategia es clara: combinar el conocimiento profundo del equipo —algunos con más de 25 años de experiencia— con inteligencia comercial y sensibilidad ante las nuevas generaciones, interesadas tanto en artistas emergentes como en piezas con historia y sustentabilidad. En ese equilibrio, Morton ha encontrado no solo permanencia, sino crecimiento.

¿Qué panorama hay en el mercado del arte?

Este ha sido un año de reestructura total para nosotros. Hemos replanteado procesos, simplificado ciertas operaciones y adoptado una visión mucho más amplia sobre hacia dónde queremos dirigirnos. Lo que antes creíamos que era un panorama claro, ahora lo entendemos como algo mucho más complejo y, en ocasiones, desconectado de lo que realmente estamos construyendo internamente.

El año pasado, particularmente en México, y este año en Estados Unidos (EU) —marcado por elecciones, tensiones comerciales y el regreso de Trump al escenario político— han generado un cambio en el enfoque de las inversiones. Muchos han optado por una postura más cautelosa: “Tal vez no es el momento de invertir en esto” o “quizá es mejor esperar antes de hacer ciertos gastos”. En este entorno, se vuelve crucial saber cuándo actuar y cuándo tener paciencia.

Eventos exclusivos de Morton subastas. Foto: Morton subastas
Eventos exclusivos de Morton subastas. Foto: Morton subastas

Sin embargo, percibimos que este año el panorama comienza a estabilizarse. Hemos observado mejores resultados en las subastas y un mayor movimiento de piezas. Desde una perspectiva más social, también es evidente cómo las nuevas generaciones están redefiniendo tanto el mercado del arte como el del lujo. Por ejemplo, hay un creciente interés por las compras de segunda mano, impulsado no solo por un cambio en los hábitos de consumo, sino también por una conciencia más profunda sobre la sostenibilidad.

Esto es especialmente relevante para nosotros, ya que López Morton no se limita únicamente al arte tradicional, sino que también incluye objetos, piezas únicas y elementos de colección. El auge del gusto por lo vintage es un reflejo de esa búsqueda de autenticidad y responsabilidad ambiental. Al mismo tiempo, vemos un genuino interés por parte de estas generaciones en apoyar a artistas jóvenes, lo que impulsa una renovación saludable en el ecosistema artístico.

Eduardo López Morton, director general de Morton Subastas
Eduardo López Morton, director general de Morton Subastas.

¿Cómo ha impactado la digitalización en la experiencia de las subastas?

Hay una parte de esta transformación que, personalmente, me genera cierta tristeza. No porque la subasta haya perdido su esencia —sigue siendo un espectáculo en sí misma—, sino porque se ha diluido un poco la experiencia presencial que solíamos tener. Hoy en día, alrededor de 35 o 40 por ciento de nuestras ventas se realizan en línea. Y aunque eso no afecta el proceso —el público puede ver el video, escuchar el audio y seguir la subasta en tiempo real desde cualquier parte del mundo—, sí ha cambiado la atmósfera.

Antes, los salones de subastas solían llenarse con 100, 120 o incluso 150 personas. Hoy, aunque los clientes siguen presentes, muchos lo están de forma remota: entre 35 y 40 por ciento participan vía online, otros 50 por ciento lo hacen por teléfono, y solo unos cuantos asisten físicamente. El evento sigue teniendo su encanto —sobre todo esa parte social que incluye un cóctel, el recibimiento personalizado, la entrega de catálogos, la visita a la exposición—, pero sin duda el modelo ha cambiado.

Aun así, no creo que la experiencia presencial desaparezca por completo. Visitar la exposición, tocar las piezas, conversar cara a cara, sigue siendo parte del valor de la subasta. Sin embargo, es innegable que el mercado digital ha crecido de forma exponencial, y eso ha redefinido tanto la dinámica como el alcance de nuestro trabajo.

Artículos a subastar en López Morton. Foto: Morton subastas
Artículos a subastar en López Morton. Foto: Morton subastas

¿Qué tan accesibles son realmente para el público en general?

Uno de los mayores mitos que rodean a las casas de subastas es la idea de que se trata de eventos exclusivos, restringidos solo a quienes reciben una invitación o tienen alto poder adquisitivo. Nada más alejado de la realidad. Asistir a una subasta no requiere registro previo, ni vestimenta formal, ni mucho menos dejar un depósito o compromiso de compra. De hecho, cualquiera puede entrar, recorrer la exposición, disfrutar del ambiente —que muchas veces incluye un cóctel— y simplemente observar.

Todos los sábados por la mañana se celebran subastas abiertas al público, donde se pueden encontrar piezas muy accesibles. Hay objetos que se subastan desde 300, 500 u 800 pesos —como una mesa, por ejemplo—, hasta otros de mayor valor, dependiendo del lote. En su mayoría, se trata de interiores y decoración , lo que permite a muchas personas encontrar verdaderas joyas para su hogar sin necesidad de hacer una gran inversión.

ÉL DICE

“El proceso de valuación combina experiencia,

Análisis de mercado y diálogo con el cliente”

​En paralelo, también están las subastas de catálogo que se realizan entre semana, donde sí pueden encontrarse piezas de mayor nivel, pero incluso en esos eventos hay artículos con precios alcanzables. La idea de que todo lo que se subasta es costoso o inalcanzable es el segundo gran mito que queremos desmentir.

En resumen, las subastas están lejos de ser espacios cerrados o elitistas. Son eventos abiertos, accesibles y pensados para que cualquier persona —ya sea coleccionista, curioso o primer comprador— pueda disfrutar de la experiencia.

¿Cómo ha impactado la regulación en materia de prevención de lavado de dinero?

La entrada en vigor de normativas más estrictas en materia de prevención de lavado de dinero (PLD) ha tenido un impacto directo en el funcionamiento de las casas de subastas. Desde el inicio, nos asesoramos a fondo con autoridades gubernamentales, especialistas de la Secretaría de Hacienda y expertos independientes para entender a profundidad nuestras obligaciones legales.

A diferencia de lo que algunos creen, no se trata de que las autoridades nos estén auditando directamente a nosotros como institución, sino de vigilar ciertas operaciones específicas, especialmente aquellas que involucran montos elevados. Por ley, debemos reportar cualquier venta que supere los 370 mil pesos en un periodo de tres meses, y para ello es necesario recabar documentación oficial de los clientes.

Eduardo López Morton, director general de Morton Subastas durante la entrevista de Notivox Negocios.
Eduardo López Morton, director general de Morton Subastas en Notivox Negocios.

Esto implica solicitar identificaciones como la INE, el CURP y comprobantes de domicilio, lo cual en ocasiones genera resistencia. Algunos clientes se muestran incómodos al entregar datos personales, pero es fundamental entender que esta información no se utiliza con fines comerciales ni se almacena sin controles: forma parte de un proceso regulado por la ley.

Para cumplir con estas disposiciones, contamos con una persona dedicada exclusivamente al manejo de los procedimientos de PLD y mantenemos una carpeta con todos los reportes requeridos. Es parte del compromiso que asumimos como empresa formal y transparente dentro del sistema financiero.

El proceso de valuación combina experiencia, análisis de mercado y diálogo con el cliente. Para determinar el valor de una pieza, seguimos tres criterios fundamentales.

El primero es la expertise del valuador, una figura clave que suele tener una trayectoria de entre 8 y hasta 25 años trabajando con nosotros. Su conocimiento acumulado le permite reconocer el valor potencial de una obra u objeto con base en su autenticidad, estado de conservación, rareza y demanda.

En segundo lugar, se realiza una revisión de antecedentes de mercado, tanto internacionales como internos. Es decir, se comparan resultados de ventas similares previas, ya sea en nuestra propia casa de subastas o en eventos internacionales. Esto nos da un rango de referencia claro sobre el comportamiento comercial de piezas similares.

El tercer paso —y uno que muchas veces se pasa por alto— es consultar al consignante, el propietario de la pieza. Una vez que tenemos la estimación basada en criterios técnicos, compartimos el análisis con el cliente. Le proponemos, por ejemplo, que la pieza salga en 25 mil pesos. Si el cliente considera que es bajo, se puede ajustar ligeramente, digamos a 28 mil. En otros casos, sucede lo contrario: hay quienes prefieren bajar el precio base con el objetivo de generar mayor interés y movimiento, apostando a que la competencia entre compradores eleve el precio final. Y en efecto, no es raro ver piezas que salen con una base de 10 mil y terminan vendiéndose en 40 mil.

¿Qué papel juega la colaboración en la circulación global de piezas valiosas?

Existe un contacto cercano y frecuente entre nosotros, con dinámicas que responden más a la cooperación que a la rivalidad.

En este sector, dos cosas suelen ocurrir con frecuencia. Por ejemplo, si llega a nuestras manos una obra de gran relevancia internacional —digamos, un Picasso—, lo más probable es que no se subaste en México. En un caso así, levantamos el teléfono y hablamos directamente con Sotheby’s, una de las mayores casas de subastas del mundo. La conversación gira en torno a cómo dividir comisiones y cuál es la mejor plaza para presentar la obra: Nueva York, Londres, París. La prioridad es colocar la pieza en el mercado adecuado para maximizar su alcance y valor.

Del mismo modo, esta colaboración es recíproca. En más de una ocasión, colegas de casas internacionales nos han llamado para referirnos clientes. “Fuimos a ver una pintura, pero quieren vender toda la casa y eso no lo manejamos nosotros”, nos dicen. En estos casos, tomamos el relevo y hacemos equipo para distribuir las piezas según la especialidad de cada quien.

Un ejemplo claro de esta sinergia es nuestra alianza con Bonhams, en Los Ángeles. Cuatro veces al año, organizamos juntos clínicas de consignación especializadas en joyería. Las piezas de mayor valor, lo que realmente destaca, se envía a subastar a Estados Unidos , y se establecen acuerdos de comisión entre ambas partes.

En el mundo de las subastas, la colaboración internacional no solo amplía horizontes, también fortalece la confianza de los clientes y asegura que cada pieza llegue al mejor destino posible.

¿Qué tipo de piezas buscan hoy los coleccionistas y cómo ha cambiado esa demanda en los últimos años?

Muchas personas se acercan a nosotros con una idea clara: quieren algo distinto. Puede ser por motivos de sostenibilidad, por una cuestión de estilo o simplemente por buscar algo único. Nos dicen: “Quiero algo diferente, algo que, aunque no sea nuevo, sea nuevo para mí”. Buscan dar una segunda vida a los objetos, reciclar, y al mismo tiempo destacar con algo original.

Existe también un valor emocional y estético en ese acto. Por ejemplo, alguien puede sentirse especial al usar un anillo de los años veinte, algo con historia y carácter, en lugar de una pieza recién comprada en una joyería convencional. Ese tipo de decisiones reflejan una identidad más personal y consciente.

Para una subasta se comparan resultados de ventas similares previas. Foto: Morton subastas
Para una subasta se comparan resultados de ventas similares previas. Foto: Morton subastas

En cuanto al arte contemporáneo y las nuevas propuestas, el Departamento de Arte Moderno siempre ha procurado estar a la vanguardia, con una apertura constante hacia artistas emergentes. Nuestro objetivo es estar atentos a cómo evoluciona el mercado y adaptarnos a esas transformaciones.

Sin embargo, mi labor está muy determinada por el consignante, que es mi cliente principal. Lo que llega a subasta depende de lo que ellos traen. Si en determinado mes recibimos una gran cantidad de relojes y antigüedades, entonces eso es lo que debemos vender. Si empiezan a llegar obras de artistas contemporáneos, abrimos el espacio y hacemos el esfuerzo por integrarlas. Pero, en esencia, el flujo de piezas que ofrecemos responde directamente a lo que nuestros clientes deciden consignar.

¿Qué tan importante es la labor de investigación detrás de cada pieza?

Dentro de la operación diaria de una casa de subastas existen tres roles clave: el valuador, el catalogador y la persona encargada de marketing, quien finalmente se encargará de vender la pieza. Sin embargo, es el catalogador quien tiene una de las responsabilidades más complejas y determinantes en el éxito de una subasta.

Más allá de describir una obra o un objeto, el catalogador debe construir una narrativa sólida: el famoso storytelling, pero también —y quizás más importante aún— verificar y enriquecer el provenance, es decir, la procedencia de la pieza. No bastas con solo decir que un objeto perteneció a una figura reconocida como Kurt Cobain ; hay que preguntarse: ¿qué historia adicional hay detrás? Por ejemplo, si se trata de una guitarra que utilizó durante una gira en Europa y que incluso se perdió en el aeropuerto de Heathrow antes de ser recuperada, ese solo dato puede elevar su valor en cientos de miles de dólares.

Por ello, el trabajo del catalogador exige una labor de investigación profunda y constante. Están en contacto permanente con los consignantes, artistas o expertos, revisando documentos, cartas, fotografías, cualquier detalle que enriquezca la historia de la pieza.

Un caso reciente lo ilustra perfectamente: durante la pandemia, alguien encontró un Rolex guardado en un cajón mientras hacía limpieza. Lo llevaron a la casa de subastas y, aunque se inició el proceso de investigación, algo no terminaba de encajar. Insatisfechos con la información reunida, el equipo decidió ampliar el alcance: se contactó a expertos en Suiza y a representantes de la misma marca Rolex. Fue entonces cuando descubrieron que se trataba de una pieza casi única: solo existían tres en el mundo, creadas como utilería para películas de James Bond. Un hallazgo así no solo transforma el valor monetario de la pieza, sino que también le otorga una dimensión cultural invaluable.

​GSC



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Regina Reyes-Heroles C.
  • Regina Reyes-Heroles C.
  • [email protected]
  • Periodista. Autora del libro Vivir como reina y gastar como plebeya. Conductora de Notivox Negocios, programa semanal de entrevistas con directivos y personajes clave en el mundo económico. Publica su columna sobre finanzas personales todos los jueves. Mamá de dos.
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