Ganador de concursos internacionales como el Maurice André, el Philip Jones y el Cittá di Porcia, el trompetista venezolano Pacho Flores es uno de los solistas más requeridos por grandes agrupaciones como la Filarmónica de Los Ángeles, la Sinfónica NHK de Tokio, la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar o la Orquesta Sinfónica Nacional. Además de fundar el Quinteto de Metales Simón Bolívar y la Academia Latinoamericana de Trompeta, se formó en el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, lo que lo llevó a ser un intenso promotor de la música contemporánea para su instrumento, especialmente de autores latinoamericanos.
Pacho Flores regresa a México para presentarse el 25 de septiembre con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, bajo la dirección de Luis Manuel Sánchez. Para su concierto en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, armó un repertorio en el que usará ocho trompetas diferentes. “Vamos a tocar música del romanticismo, clásica y barroca, así como una obra del compositor gallego Andrés Gaos, Impresión nocturna, para orquesta de cuerdas; Revirado y Escualo, de Astor Piazzolla, y algunas piezas mías, como Morocota. Además incluimos, Cimarrón y Sambason, obras de Jenny Peña, una compositora cubana muy joven que está escribiendo muy bien. Es muy bonito tener un repertorio tan variado y tan colorido”.
—¿Cómo recuerdas tu etapa formativa en el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela?
Sin duda ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Soy muy afortunado de haber nacido en un país totalmente evolucionado en las ramas musicales. Es un país totalmente musical, con un sistema de orquestas que hoy atiende a un millón 500 mil niños. Por eso el músico venezolano, sobre todo el de la música clásica, ha tenido tanto recorrido y está por todo el mundo. Muchas orquestas cuentan con músicos venezolanos que aportan toda su experiencia, sobre todo como, lo que yo llamo, obreros de las orquestas. Aparte de que necesitas un concertino, un primer oboe o una primera trompeta, también necesitas esa sociedad obrera o laboral, que son los segundos o terceros violines o trompetas, todos estos músicos que le dan una buena consistencia a la masa de la orquesta. Lo que nos han enseñado en Venezuela es esa generosidad colectiva, que es lo que representa la música. Eso es muy importante. Yo estoy muy agradecido porque ahora lo veo desde el punto de vista del concertista, del muchacho que ha tenido éxito y que tuvo sus sueños y ha continuado.
—Si algo distingue tu repertorio es la inclusión de música latinoamericana. ¿Cuál es tu interés en este sentido?
Eso forma parte de una cruzada que he llevado a cabo, y que empieza por el amor a mis raíces. Creo que esa herencia hay que representarla en las salas de concierto a través de la música. La elección de este repertorio fue algo muy natural, no es que un día me haya levantado y dijera: tengo que hacer esto. No, simplemente me he dejado llevar porque he estudiado en Europa, he ganado concursos internacionales tocando la música universal, pero cuando pasas esa frontera, cuando ya has tocado 200 conciertos para trompeta de Haydn, dices: creo que es hora de abrir la lata y empezar a hacer pesquisas que estén un poco más derivadas a lo que es mi propia cultura, que además es muy rica.
—¿Cómo se ha recibido esta propuesta?
Tiene mucho éxito. Siempre pongo de ejemplo a dos compositores mexicanos: Arturo Márquez y Gabriela Ortiz. Definitivamente son la bandera viva, porque no nos vamos a cargar a Moncayo, Chávez o Revueltas, que evidentemente pusieron los cimientos de toda esa música clásica mexicana que es tan conocida y tan querida mundialmente. Pero hoy en día estamos hablando de que la historia la están marcando personajes como Arturo Márquez y Gabriela Ortiz, que han hecho los cimientos de lo que son las nuevas generaciones de compositores.
—Estirpe, tu disco más reciente, grabado con la Orquesta Sinfónica de Minería dirigida por Carlos Miguel Prieto ha sido muy exitoso entre el público y la crítica. ¿Cómo surgió?
Es el disco que llegó en el momento perfecto, con la orquesta perfecta, con el director perfecto y los compositores perfectos, además de que tuvimos la suerte de grabarlo en los Estudios Churubusco. Tuvimos tres nominaciones al Grammy y nos ganamos uno de los premios en la categoría de mejor composición clásica contemporánea por el Concerto venezolano para trompeta y orquesta, de Paquito D’Rivera. Estoy más que satisfecho y complacido por este trabajo. En el disco también tenemos a Arturo Márquez y su Concierto de otoño; Efraín Escher, con Mestizo; Daniel Freiberg, que tocó el piano, y una pieza mía, Morocota. Son cinco obras de cinco compositores, todos unidos por un mismo sueño.
—¿Por qué elegiste a estos compositores?
Para mí es complejo hablar de estos compositores porque son mis amigos; no puedo ser objetivo porque los amo a todos. Les comenté que quería que fueran ellos mismos, que no tuvieran reparo en escribirme cosas difíciles, porque las iríamos solucionando sobre la marcha. Si algo era muy difícil, veíamos si se podía adaptar, o yo lo estudiaba hasta que lo resolvía. Y si estaba un poco sencillo, yo les decía: 'oye, dale más duro aquí, podemos meterle más caña, porque es importante que también tenga su complejidad, lo que hace interesante a una pieza'. Es un balance: la complejidad tiene que estar balanceada para que el público la pueda digerir. Si nosotros somos capaces de digerir la complejidad, podemos transmitirla al público, que es quien manda, es quien paga el boleto cuando va al concierto. Yo no puedo pensar que sólo tengo que tocar para mi gremio, para mis colegas, yo también tengo que hacerlo para ese matrimonio que acaba de dejar a sus hijos con la niñera y en la noche va a escuchar un concierto de música clásica y después van a ir a cenar. Para ellos también toco, son los más importantes.
—¿Qué debería brindar la música al público?
Acompañamiento. La música es el alimento del alma. En la pandemia la música acompañó mucho a la gente para tener un alimento que nos hiciera sentir vivos. Aunque se hizo cualquier intento tecnológico con los conciertos virtuales, la gente necesita ir a escuchar la música en directo, a escuchar a un intérprete, un cantante o una orquesta sinfónica. Es que la música no se repite. Cuando un director dice: 'señores, vamos a repetir el programa', vemos que no hay que tomarlo al pie de la letra. Más bien vamos a empezar de nuevo, porque esa música que tocamos antes ya no se puede reproducir, aunque toquemos las mismas notas. Cada segundo somos más viejos y, por ende, cada segundo somos también más sabios.
PCL