DOMINGA.– El reino de las drag queens conquista lo que toca. Con sus pelucas gigantescas, vestuarios coloridos y maquillajes creativos dan vida a figuras femeninas con cinturas estrechísimas y hombros amplios que no sólo salen a relucir en cada Marcha del Orgullo en Reforma, sino que ya son parte del entretenimiento nocturno de la Ciudad de México.
Las evocaciones a divas como Dulce, Rocío o Yuri ya no sólo se limitan a los bares gay, sino que poco a poco han ganado espacio en recintos heterosexuales que recurren al talento de las dragas como maestras de ceremonias, porque quizás algo hay de cierto en eso de que la comunidad LGBT+ se sabe divertir mejor.
Sin embargo, para llegar al drag comercial, entretenido, producido y pop que vemos en los concursos de realidad o en el teatro musical –como la versión draga del mítico Mentiras, el musical–, este oficio ha tenido que recorrer un largo camino de más de un siglo de historia.

En sus inicios el drag era una actividad de resistencia y su origen se remonta a finales del siglo XIX, en particular al registro que se tiene de los drag balls organizados por William Dorsey Swann, activista negro de Washington, D.C. En estos bailes, había hombres que se vestían con las ropas que usaban las mujeres de la época y con ello, por unas horas, podían divertirse y vivir su identidad sin miedo.
Aunque las fiestas eran secretas, llegaron a oídos de la policía y empezaron las redadas en contra de ellas, incluso, ridiculizándolas. Algo parecido a lo narrado en México durante el porfiriato, en el contexto del famoso “Baile de los 41”, en el que detuvieron al yerno del dictador Porfirio Díaz.
Sin embargo, las fiestas de este tipo siguieron ocurriendo durante el siglo XX, sobre todo en el Harlem de Nueva York, creciendo hasta volverse comunidades enteras de las que emanan personalidades como Divine, quien protagonizó varias películas como Pink Flamingos (1972) o Hairspray (1988), y cuya apariencia sirvió de inspiración para crear al personaje de Úrsula en La Sirenita (1989).
Ahora, en el siglo XXI, las dragas mexicanas saltaron al mainstream, salieron de los habituales espacios de resistencia de la comunidad LGBT+ gracias a una figura clave: RuPaul. Y luego de eso, todo cambió.

El emporio mediático de los realities de dragas
Hasta finales de los dosmiles, RuPaul era una actriz y artista del drag, hasta que incursionó en la producción de televisión en Estados Unidos. En 2008 creó RuPaul’s Drag Race, un reality en el que dragas compiten por un fuerte premio en dólares y maquillaje a través de concursos de talento que implican bailar, diseñar vestuarios, maquillarse con arrojo y ganar duelos de fonomímica que inician con la icónica frase lypsinc for your life!. La idea se convirtió en un emporio mediático.
El concepto supo evolucionar al streaming con 17 temporadas en Estados Unidos, 16 versiones internacionales incluyendo México, numerosos especiales y 10 temporadas de competencias All Stars. Son, en suma, más de 250 participantes las que han participado y eso se ha traducido en ganancias que hacen que la fortuna de RuPaul se estime en más de 60 millones de dólares. Mucho más de lo que han conseguido otros productores mexicanos, como Guillermo del Toro o Eugenio Derbez.
Sin embargo, la suerte y éxito no son compartidos por muchas personas que han incursionado en el mundo del drag, inspirados por estos iconos, con la esperanza de alcanzar la fama y poder vivir de la lentejuela y el maquillaje.
Hoy vivir de esto es difícil. Como en el resto del país, los tabuladores son desiguales. A una draga sin experiencia le pueden pagar por cinco horas 600 pesos, mientras que a una más experimentada, más de 10 mil. En ese presupuesto impacta si bailan, cantan o si son muy populares en redes sociales. De ahí que vivir del drag sea una apuesta que requiere ante todo un espíritu aventurero.

Hoy en la Ciudad de México es posible ver cómo se gesta una industria que tiene que ver con el entretenimiento en bares y teatros y hasta realities locales, como La Más Draga, que es cubierto por todos los medios tradicionales del país.
Pero al mismo tiempo, hay esfuerzos como las que resisten y buscan leer cuentos a niños en la Feria del Libro de Monterrey, en Nuevo León, que devienen en protestas de grupos religiosos y hasta en la prohibición de cualquier espectáculo de dragas con tal de barrer el glitter del piso. Así, el drag oscila entre resistencia y fama.
¿Cómo salir victoriosa de esta batalla que exige luchar, entretener y recordar? Será a lo largo de un proceso, tan largo como el de maquillarse fabulosamente, de confrontarse, desbordarse y después reconstruirse hasta quedar irreconocible.
¿Qué es el arte drag?
Lo mejor siempre es empezar por el principio: ¿qué es y qué no es drag? En busca de respuestas llegué con Mercuria.exe, una joven draga de 27 años que recientemente se mudó a Ciudad de México para perseguir sus sueños como diseñadora de producción y, claro, ser una drag queen. Me dice que hay transformistas y dragas.

“Las transformistas son las que personifican a Belinda, Rocío Dúrcal u otra diva y buscan imitarla en su forma de actuar, cantar o vestir, guardando la estética exagerada”, explica Mercuria y en ello me hace ver que hay una similitud con lo que ocurre en el teatro. “Mientras que la drag queen construye un personaje”.
Además, dentro de las dragas existen diferentes categorías. Según me cuenta Mercura.exe hay queens, que son las reinas de belleza; las fashion queens, que se enfocan en su vestuario; las monsters, las del terror; la mutante, las que no quieren parecer humanos; y de esas vertientes hay combinaciones y ramificaciones.
“Usualmente, sobre todo fuera de la Ciudad de México, los promotores sólo buscan dragas que bailen o estén bonitas, pero aquí hay más campo para experimentar”, dice Mercuria. Las dragas deben inventar su propia historia, las aristas y colores de una autoficción. Pero ¿dónde empieza y termina el personaje?
“Es fuerte porque me llevó a cuestionarme, más siendo de un lugar como Monterrey, al ponerme frente al espejo y ver cómo rompía con todo lo que me dijeron que tenía que ser un hombre. Eso te lleva incluso a preguntarte, en ese momento en que estás en la regadera, ¿será que soy mujer o por qué me gusta tanto la ropa femenina y las pelucas? Es una comodidad extraña y al final tampoco es malo preguntarse esas cosas porque el género es una cosa cambiante”, concluye Mercuria.exe.
“La primera vez que hice drag no me hallaba”

El drag encuentra tierra fértil en la noche. Los escenarios, formales e improvisados, en bares y antros, potencian esa magia que exige el teatro: suspender la realidad.
“Puedo ser el protagonista de una obra griega, Donna Sheridan en Mamma Mía o una chava-señora que canta bien, y me encanta ver cómo a algunos en el público les vuela la cabeza y se confunden”, me platica La Coco Voce, una draga que no sólo es una de las protagonistas de la obra Dragaret, sino que además canta en un piano bar, más heterosexual que otra cosa, llamado El Ayer con un aura de José José gentrificado.
La Coco en su vida de “civil” ejerce como psicoanalista y nunca estuvo en sus planes hacer drag. “Obvio era fan de RuPaul’s Drag Race y también me gustaban mucho los tutoriales de maquillaje, pero nunca pensé que me fuera servir… ¡y mira ahora!”, dice.
Su pasión está vinculada a cantar, participó incluso en teatro musical en la universidad y fue a través de un casting que llegó a Dragaret, un espectáculo de concierto que ocurre en un antro de la colonia Roma en Ciudad de México.

“Me tocó entrar a un tren en movimiento y pues el personaje que tenía que cubrir era el de la femme fatale, sí o sí. Entonces mi experiencia es distinta a la de una drag queen local que crea su personaje y hostea y hace lypsinc porque todo mi drag y energía tenía que ir orientado a lo que me pedía la obra”, dice Coco.
Matiza sí hay una diferencia entre este personaje y otros que ha interpretado en teatro musical. “Un personaje siempre va a ser una extensión de ti, porque le estás dando vida y algo te roba, pero creo que la conciencia de verte, de la manera en que te ves en draga, tiene cierto efecto en tu manera de comportarte, incluso de sentirte. Para mí fue muy fuerte la primera vez que hice drag, o sea, me vi al espejo y dije ‘soy mi mamá’”, ríe para romper con la seriedad.
Coco me advierte, durante la entrevista, que a veces parece que no le gusta ser drag. “Sí hay algo que me llena y lo seguiré haciendo mientras me convenga y me divierta, pero más que crecer mi personaje, prefiero crecer como cantante”. El testimonio de La Coco deja ver que esa ilusión que construye el personaje funciona en dos direcciones. Con el público, por supuesto, pero también con el artista que puede llegar a perder de vista por qué se subió a ese escenario en primer lugar.
Las baladas románticas de los ochentas en la noche gay
En el teatro, termina la voz en off que lee la carta que dejó Emmanuel para sus mujeres. Daniela y Dulce se miran con desagrado tras descubrir en la casa donde están velando a Emmanuel Mijares, que se había casado con ambas, con ceremonia, luna de miel y toda la cosa; que por años había llevado una doble vida y ahora, muerto, las ha encerrado junto con su abogada, Yuri, y su secretaria, Lupita, porque una de ellas cuatro lo ha asesinado.

–Yo soy la señora Dulce de Mijares. Él estaba divorciado de usted, ¡nos casamos por la iglesia!
–Señora no es momento de bromitas –dice Yuri–. Si lo que pretende es obtener algo, de una vez le aviso que no va a ser posible…
–Para ser una broma es demasiado real, ¿no? –dice Dulce mostrando una foto de la boda como evidencia.
–Debe haber una confusión –sigue Yuri–. A ver, ya sé… ¿casco de alemán o trompa de elefante?
Daniela no entiende.
–¿Circunciso o incircunciso? –aclara Yuri.
–¡Casco de Alemán! –Lupita suelta sin querer.
–¡Qué! Pero usted… ¿cómo sabe? –dice Daniela.
–Sí, señora Daniela…

Mentiras, el musical tiene su propio teatro en la colonia San Rafael que sirve de recinto para las funciones convencionales, también ahí ocurren en su variante MentiDrags, tan exitosa que pasaron de presentarse sólo los miércoles a tener funciones en fin de semana. Ahora, es probable que la demanda de boletos aumente tras el estreno de una serie basada en el musical, que se volvió la más vista en la historia de Amazon Prime México, y que tiene entre sus integrantes a la ‘popstar’ Belinda.
“Empecé a trabajar el material de Daniela ya con mi corazón hecho pedacitos, la verdad. Mi relación estaba en un momento insalvable, pero estábamos aferrados a no soltarla –¡seis años!–, por la energía invertida, porque no quieres que fracase. Entonces, me acuerdo que hubo uno de los ensayos en los que tuvimos que parar cinco minutos porque no me podía reponer del llanto cantando El me mintió”.
Suena cómico, mágico y musical pero dice que sí fue una catarsis, que el material representaba justo lo que le estaba sucediendo, relata Fer Soberanes, quien interpreta a Daniela en Mentidrags. Soberanes empezó su carrera de actor a los 21 años en Disney y permaneció en esa compañía hasta los 35 participando en programas infantiles, sobre todo para niños en preescolar.
Después de esa experiencia estaba decidido a hacer más teatro hasta encontrarse y en 2019 se coló a un casting para la versión drag de Mentiras, el musical. “Colarse a un casting cerrado, de lista, es algo que no se hace y que todos en el mundo del teatro musical te dicen que no hagas”, confiesa entre risas. Como él no tenía experiencia decidió irse con peluca maquillaje y jeans entallados a la audición y finalmente se quedó con el papel.

Disfruta mucho las baladas románticas ochenteras de Mentiras porque “ya sé lo que se siente cantarlas en esos tacones, con esa peluca y en ese vestuario”, dice Soberanes visiblemente emocionado, aunque ese arranque no fue fácil. La obra estrenó en febrero de 2020 con cuatro funciones abarrotadas y una crítica férrea por parte de la comunidad drag que se sentía utilizada con fines comerciales porque no había, en ese primer elenco, una draga “de verdad” formando parte. Muchas de esas críticas venían de amigas y eso le daba un tono muy personal al conflicto de Fer, pero se volvió trivial con la llegada del covid-19. La obra no reabriría hasta 2022.
“Al final se trataba de hacer un tributo y creo que es una fórmula que funciona muy bien. El musical enaltece esos rasgos que hemos vinculado culturalmente a las mujeres como algo negativo y que tiene que ver con desbordar la pasión, el sentimiento y el reclamo. El drag permite llevar ese desbordamiento aún más lejos con los pelucones y las lentejuelas, pero también con la ambigüedad”, dice Soberanes.
Quizás en esa profundización sobre desbordarse es que apunta una causa a lo atractivas que han sido las baladas ochenteras para la noche gay y que tienen que ver no sólo con ignorar el mandato machista, sino con sentir y sentir y sentir hasta encontrar nuevos pliegues, colores y formas de ser hasta construir una identidad.
“He trabajado tanto durante estos tres años que siento que ya me gané mi derecho de poder decir que también soy draga”, concluye.
Historias de drag y resistencia
Saludo a través de la pantalla a Margaret y Ya, pero sólo escucho su voz. Le pregunto si puede encender su cámara o si tiene un problema con el internet, y me responde seca: “Prefiero no… Es que estoy en pijama todavía y no me puedes ver así”. Ahí se me revela que estoy ante una diva.

“Yo creo que sí puede haber actores y cantantes que hagan drag, pero tampoco todo es arte, así como no todas las dragas son entretenedoras. Para que sea arte pienso que debe haber un proceso de autorreflexión, es como un espejo y muestra algo de lo que no se puede escapar porque es personal y mueve fibras profundas de tu forma de ver la vida. A mí me pasó al momento de moverle el piso al género, que me pude conocer mejor y darme cuenta de que quería transicionar”, dice Margaret y Ya, quien se identifica como una mujer trans no binaria.
Ese proceso intenso de cambio ha venido además acompañado de fama. Hoy por hoy tiene más de cien mil seguidores en Instagram y hasta su propia entrada en Wikipedia. Además, en 2018 fue participante de la primera edición de La Más Draga y quedó en segundo lugar. Para los lectores bugas, es un programa como el de Ru Paul pero hecho en México con dragas de nuestro país.
“La experiencia de La Más Draga fue lo que me ayudó a pensar que sí podía ser una alternativa real vivir de esto”, confiesa Margaret, pero también guarda cierta nostalgia por sus inicios. “Antes mi vida era más fácil, la verdad”, me dice entre risas y menciona que cuando ella empezó, alrededor de 2015, al hacer drag el nivel de producción era menor. “No había esa expectativa del vestuario y el maquillaje tan caros, aunque sí nos comparaban constantemente con las gringas”, comenta.
En Margaret, además, por su identidad y trayectoria, reside el choque de dos mundos: encontrar en el drag un espacio de resistencia y también los beneficios de un mercado cautivo. Sin embargo, no por ello se siente perdida.
“Si hiciera las cosas a partir del capitalismo, hubiera tomado decisiones diferentes hace mucho tiempo. Yo soy doble géminis, entonces todo lo que hago es a partir de mis impulsos”, responde en tono burlón, antes de arrancarse a reflexionar.

“Pienso que todo es político y más en esta ciudad. Obviamente la comercialización del drag ha traído una industria, pero también limitantes y es algo que no sólo pasa aquí, sino con todo el movimiento LGBT+. Antes el Pride estaba lleno de marcas y ahora no porque son unos cobardes, pero es esperado que se diluya esta parte de resistencia cuando hay una aceptación en lo mainstream y en el mundo patriarcal”, piensa Margaret.
“El drag había existido en la televisión, pero sólo era aceptado si un heterosexual lo hacía para burlarse de nosotras. Somos muchas las personas que hemos luchado desde dentro y fuera de la vida nocturna para que el drag sea celebrado; y aunque gane espacio fuera de la noche, creo que no debemos olvidar que en la vida nocturna se desenvuelve mejor: ahí nació y no deja de ser una forma de arte callejero. No debemos olvidar el lugar del que venimos”.
En Margaret y el resto de los testimonios habita un proceso que empieza por confrontarse para animarse a cambiar, confundirse para reconocer lo que se quiere, desbordarse para crecer y reconstruirse para estar dispuesto a volver empezar. Se trata de un ciclo que no habita sólo entre quienes se dedican al drag, es parte de la experiencia humana. Como lo dijo RuPaul:
“Todos nacemos desnudos y el resto es drag”.
GSC