Cultura

Elvis Presley, hermano mío

A fuego lento

En un Distrito Federal marcado por tensiones estudiantiles y descontento social, un joven sin rumbo se ve arrastrado por una espiral de humor oscuro, delirio narrativo y descubrimientos inesperados.

Un bueno para nada de 21 años, que responde al nombre de Bruno Bolado, y una botarga con el ánima sardónica de Elvis Presley —y algunos satélites girando a su alrededor con mayor o menor influencia— protagonizan la más reciente novela de Eduardo Rabasa: El hotel de los corazones rotos (Galaxia Gutenberg).

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El momento importa. Estamos en 1999, al sur del Distrito Federal, mientras los estudiantes se alistan para combatir la amenaza estatal de aumentar las cuotas en la UNAM. Se trata de algo más que una escenografía de estudio de televisión. Ese bueno para nada, entregado únicamente a su devoción a Elvis y llevado por su disposición a servir de comparsa, se encuentra con dos grandes regalos del azar: el oficio de botarga —bajo las órdenes de una suerte de diablo venido a menos, adicto a la piedra y al brandy con cola y a la venganza—, como animador de fiestas infantiles y convites para adultos, y la arrebatadora compañía de una estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras que trastoca su mundo sin rumbo ni propósito: una preparatoria a medias, un padre alcohólico, una pandilla de cuates viviendo de la ingenuidad de los demás. Y eso es todo. No hay nada más…

Aunque ese nada más guarda, por un efecto de contraste, una vastedad. Uno de los grandes atributos que reconocemos en El hotel de los corazones rotos es su don para transmutar, paciente y artesanalmente, la existencia anodina de Bruno en un encuentro con todo aquello que no esperaba o imaginaba. Como si una voz le dijera: Así es, maestro, hay algo más allá de los sábados ante un televisor. El otro gran atributo es el estilo. Porque quien narra es Bruno, sirviéndose de una oralidad tan musical como florida y llena de trampas, y entonces pasa todo: un tiempo en blanco, una visita a uno mismo sin cruda ni temblores, un salto hacia el vacío o los puntos suspensivos. Cuando nos dejamos llevar por ese canto, reconocemos entonces que Eduardo Rabasa ha llevado a cabo una titánica empresa literaria: convencernos de que una novela es, ante todo, una arquitectura, una casa habitada por el lenguaje.

El hotel de los corazones rotos

Eduardo Rabasa | Galaxia Gutenberg | México, 2025

AQ

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Roberto Pliego
  • Roberto Pliego
  • (1961) Cursó Letras Hispánicas en la UNAM. Fue subdirector de la revista Nexos. Autor de La estrella de Jorge Campos y 101 preguntas para ser culto, es editor de Laberinto.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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