En el taller del artista mexicano Carlos Aguirre (1948) conviven objetos que parecen hablar: artefactos africanos, artilugios de Vietnam, réplicas de cabezas reducidas del Amazonas, conchas que reflejan la luz y restos arqueológicos que narran la historia de la humanidad. Cada pieza funciona como detonante de reflexión, un espejo crítico que confronta al espectador con lo que normalmente se ignora.
“Siempre me interesó confrontar la realidad a través del arte, porque el arte conceptual no es un adorno, es un espacio de verdad”, afirma Aguirre, recordándonos que el arte verdadero no se limita a la estética: interroga, incómoda y transforma.
Desde los años 70, Aguirre se ha consolidado como uno de los pioneros más radicales y visionarios del arte conceptual mexicano, desafiando convenciones y redefiniendo el papel del artista en la sociedad.
Entre sus obras emblemáticas destaca ‘Los olvidados’ (1990–1991), instalación que transforma guantes de carnaza y tela usados sobre bastidores de madera en un monumento a la memoria colectiva. Aguirre explica: “Convierto objetos desechados en testimonios de valor social y político”.

Con dimensiones de 400 x 305 x 5 cm y parte de la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, la obra fue intervenida en 2010 junto con la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía para garantizar su preservación. Representa la marginalidad, la memoria y el trabajo invisible que sostiene la ciudad, en un gesto de empatía crítica que transforma lo cotidiano en símbolo universal.
Desnudar la realidad
Nacido en Acapulco, Carlos Aguirre es uno de los pilares fundamentales del arte conceptual mexicano. Formado como diseñador industrial en la Universidad Iberoamericana y con una maestría en arte en Londres, fue miembro del colectivo Proceso Pentágono en los años 70, cuyo trabajo confrontaba al poder y la violencia institucional.
Durante más de cinco décadas ha explorado los territorios más incómodos: narcotráfico, desapariciones, abusos clericales y la herida abierta del 68.
Aguirre afirma: “Mi obra busca desnudar la realidad”, convirtiéndose en un espejo crítico que refleja la desigualdad, la impunidad y las cicatrices de la historia mexicana.
Desde finales de los 70, Emiliano Zapata ha sido un eje de su obra: “No me interesa idealizar a Zapata; quiero cuestionar los mitos y ver cómo su figura sigue viva en la memoria colectiva”.
Resignificando archivos, periódicos y textos institucionales, transforma la historia oficial en un diálogo vivo con la memoria social, un ejercicio que conecta la crítica histórica con la sensibilidad estética, demostrando que el arte conceptual puede ser simultáneamente poético, político y filosófico.
Un guía crítico
Su universo artístico integra fotografía digital y análoga, tipografía, instalación, escultura y materiales que van de madera y metal hasta cenizas humanas, huesos y órganos. Entre sus aportaciones más singulares están las metagrafías, fotografías impresas en papel de algodón ensambladas tridimensionalmente con madera e imanes, donde lo bidimensional se convierte en objeto escultórico y la fragilidad social se materializa en formas tangibles.
Como señala la curadora Pilar García, Aguirre funciona como un “guía crítico” que coloca al espectador en un espacio de confrontación más que de contemplación. Su obra incómoda, transforma y despierta conciencia; es un testimonio de que el arte no es un refugio estético, sino un campo de resistencia, capaz de abrir grietas en la narrativa oficial y revelar lo que permanece oculto.

Su obra se despliega como un archivo vivo: objetos, guantes, archivos fotográficos y materiales orgánicos funcionan como símbolos, testimonios y herramientas de denuncia.
“Cuando se le caía un guante a un obrero, el otro siempre aparecía un kilómetro más adelante. Para mí son extensión de la mano, símbolo de protección y del cuerpo ausente”, comparte.
Durante la pandemia, incorporó plantas, camisetas de campos de migración y objetos cargados de memoria, abordando también la drogadicción y la política del miedo de las farmacéuticas.
Aguirre ha intervenido en instituciones clave como el Museo de Arte Moderno —con la emblemática exposición ‘Zona de Riesgo’ (2015)—, el Museo de Arte Carrillo Gil, entre otros, y ha expuesto en la Biennale de París, São Paulo y La Habana. Su obra integra colecciones como MUAC, Museo Jumex y MACG, y ha recibido la Beca Guggenheim y la Medalla Bellas Artes.
Más allá de lo político, su obra es también profundamente biográfica: narra historias familiares, experiencias personales y vínculos con sus raíces filipinas, francesas y mexicanas. Cada pieza —desde guantes hasta frases impresas de políticos— condensa memoria, crítica y archivo.
“El arte conceptual es como un resumen: basta un signo potente, bien elegido, que diga todo. Y eso tiene poder”, afirma
En su libro ‘Zona de Riesgo’ (Museo de Arte Moderno, 2015) analiza su producción en siete ejes temáticos, consolidando su lugar como figura central y visionaria del arte contemporáneo mexicano.
Aguirre viaja como observador y recolector, seleccionando objetos que vibran con historias profundas, conectando lo individual con lo colectivo. Para él, estos objetos son documentos vivos que narran la complejidad de la vida, la violencia, la belleza y la condición humana. Su taller funciona como archivo y laboratorio de pensamiento, donde arte y política se funden y cada hallazgo se convierte en evidencia del poder, la memoria y la fragilidad de la existencia.

Los objetos de Aguirre, desde guantes hasta restos arqueológicos, movilizan la intuición y la reflexión consciente —’Sistema 1’ y ‘Sistema 2’ del Nobel Daniel Kahneman—. Obras como ‘Los olvidados’ muestran cómo el arte conceptual “mete el hueso”: exige sensibilidad, cultura e inteligencia para transformar nuestra percepción del mundo.
Hoy, como docente y referente, Carlos Aguirre transmite a nuevas generaciones la claridad crítica, el rigor poético y la valentía que lo consolidan como uno de los padres fundadores del arte conceptual en México, un artista cuya obra no solo dialoga con la memoria y la historia, sino que redefine el rol del arte en la sociedad, dejando una marca indeleble en la cultura mexicana y en el pensamiento crítico contemporáneo.
jk