Las veces que Martel Zapiain siente mayor satisfacción por su trabajo, es cuando las personas le agradecen por hacer parecer que el ser querido que ha partido solo estaba durmiendo en el ataúd.
Sentado en una oficina de Funerales Zapiain, un establecimiento ubicado sobre Platón Sánchez, en el centro de Monterrey, Martel habla con conocimiento y un profundo respeto sobre la labor que realiza para preparar cadáveres.
A sus 33 años de edad, el embalsamador y maquillista de cuerpos cuenta con una vida de experiencia y es ya la tercera generación de su familia en el negocio, luego de que su padre y abuelo también dedicaran sus vidas a Funerales Zapiain.
Sus primeros contactos con la funeraria se dieron a temprana edad, cuando Martel apenas tenía 4 años y paseaba por el negocio y el laboratorio mientras su padre, Mario Zapiain, preparaba los cuerpos
Fue su padre quien le enseñó a realizar el proceso para preservar los restos de los difuntos y que puedan ser velados.
Una vez que se tiene acceso al cuerpo, tras las primeras 5 o 6 horas después del fallecimiento, la misión de Martel es preparar un químico que será inyectado en el torrente sanguíneo del difunto.
“Hago incisión en la arteria carótida y por ahí meto la cánula, empiezo a inyectar esta fórmula, da la vuelta al torrente sanguíneo, hago una incisión y le meto un drenador a la vena subclavia, y por ahí sale la sangre. Al final del proceso, cuando ya llevamos 12 litros, por la vena ya empieza a salir el mismo líquido que estamos metiendo.
“La intención es dejar a la persona como ella normalmente era: se pide una fotografía reciente, nosotros nos basamos en expresiones faciales, maquillaje, peinado, para dejarla lo más parecido posible”, explica.
Con la pandemia de covid-19, el trabajo en la funeraria se ha duplicado. Aunque Martel disfruta su trabajo, también puede enlistar lados negativos del mismo, como cuando prepara cuerpos de niños.
Agrega que últimamente siente que la situación económica han generado que el respeto por los cadáveres haya disminuido.
“Yo he visto que se ha perdido mucho el respeto por el cadáver… antes la gente se tomaba más tiempo, nos dejaban claro que nos podíamos tardar, pero que quedara un buen trabajo. Ahora quieren rápido y barato”, lamentó.