Criar a un hijo o hija no es una tarea sencilla: es un proceso agotador, pone a prueba la paciencia y hasta reabre las heridas de la infancia.
Por supuesto, hay momentos gratificantes y memorables como su primera palabra, cuando volvió de la escuela con una “estrellita” en la frente o la reacción a su primera mascota. Sin embargo, el estrés y agotamiento también son parte de la experiencia. Y aunque son perfectamente normales, presentarlos de manera crónica puede orillar a la madre o al padre a un estado de burnout parental.

¿Qué es el burnout parental?
La creencia popular indica que la paternidad y la maternidad son “lo mejor que puede pasar” a una familia. Pero este pensamiento genera incomprensión hacia las madres y los padres agobiados, estresados y cansados del rol de cuidador.
Actualmente, el burnout parental se define como esa sensación de agotamiento respecto a la crianza y cuidado de los hijos. Esto surge, principalmente, porque hay una exposición prolongada a situaciones de estrés crónico excesivo.
Este fenómeno comenzó a mencionarse en los años 80, sin embargo, fue objeto de estudio a partir del 2007. Las primeras investigaciones determinaron que el burnout parental surgió en el contexto hospitalario para las mamás y los papás de niñas y niños con enfermedades crónicas, cuyos signos de agotamiento eran similares al del personal médico encargado de cuidar a pacientes graves— es decir, a quienes padecían del burnout laboral—.
EL DATO...¿Qué significa burnout?
Traducido del inglés como “quemado”, este síndrome se refiere al estrés laboral crónico que da lugar a una sensación de agotamiento. Sin embargo, también pueden presentarse dolores musculares, falta de memoria, irritabilidad, desconcentración, insomnio y hasta fiebres leves.
Síntomas del burnout parental
Pese a las similitudes con el laboral, un estudio de la Universidad de Jyväskylä, en Finlandia, recuperó cuatro síntomas particulares del agotamiento parental.
El primero es un intenso cansancio, el cual puede ser físico, emocional o incluso de ambos. El trabajo Running head: Meta-Analysis Parental Burnout señala que en esta etapa es común que papás y mamás expresen frases como: “Todas las mañanas me agota pensar qué hacer para o con los niños”.
La segunda fase está caracterizada por el distanciamiento emocional hacia las y los hijos, bajo el pensamiento “Estoy en piloto automático; en modo robot. Ya no estoy conectado con ellos”.
El tercer síntoma es la pérdida de satisfacción parental. Es decir, un hartazgo total de la crianza: “Amo a mis hijos/hijas. En verdad lo hago. Pero cuando estoy con ellos, me canso de criarlos. Quiero ser algo más que sólo una madre/padre”.
Así transcurre hasta la última etapa, donde emergen los sentimientos de vergüenza, culpa y angustia por una constante comparación del padre o la madre con su pasado y futuro: “No es el padre o la madre que solía ser ni la que quería ser”, explica el documento.
Otros indicadores del burnout parental son la disminución de la calidad de sueño, una sensación de incompetencia en el rol del cuidador, y síntomas somáticos. En los casos más extremos, se habla de ideaciones suicidas, conflictos con las parejas y conductas de abuso o negligencia infantil durante la crianza.

Papá y mamá también necesitan su espacio
“En la teoría es muy fácil. Pero en el día a día se vuelve cansado”, señaló la psicóloga Fernanda Cobos en una entrevista con MILENIO. “Respetar los límites, pero ser flexible y escucharlo es cansado”.
Por ello, una de las recomendaciones es que, de ser posible, la madre y el padre se turnen las responsabilidades. Es decir, que cada uno encuentre momentos y espacios para desconectarse, mientras la otra parte se encarga del cuidado. Con ello, ambas partes podrán descansar y reponer energías no sólo para continuar con la crianza, también para cumplir con sus otras obligaciones.
“Como adultos necesitamos estar regulados para poder educar mejor. Si yo como adulto no reconozco mis emociones, no sé regularlas ni canalizarlas, seguramente cuando el niño me saque de quicio voy a reaccionar mal”, aunó la especialista en psicología infantil, puntualizando en la emoción del enojo.
“Reconocer qué cosas lo detonan; si cuando estoy cansada o hambrienta soy más vulnerable a explotar. Reconocer qué cosas me llevan al límite. (...) El enojo es una emoción básica que todos tenemos y muy pocos sabemos regular”.
¿Y si pierdo la calma?

Ninguna mamá ni papá es perfecto. Y la crianza— especialmente la respetuosa— implica atravesar por aprendizajes y errores; entre ellos, el recaer en prácticas autoritarias, violentas o manipuladoras.
Ante ello, Fernanda Cobos resaltó la importancia de reconocer que cometimos un error; admitirlo ante la niña o el niño; disculparnos, y escucharlo para, más que llegar a un acuerdo, hacerlo consciente de las consecuencias de nuestros actos. Ignorar lo ocurrido sólo perjudica a su desarrollo.
“Los niños no se sienten validados y hasta es incongruente. Por un lado le pides regularse, pero tú no lo estás llevando a cabo. Ahora sí que es un círculo vicioso”.
ASG