Cualquier video de un niño haciendo berrinches incontrolables, mientras mamá y papá intentan calmarlo, genera debate en redes sociales. La sección de comentarios se convierte en un intercambio de críticas entre quienes aplauden la paciencia, quienes consideran que “una buena nalgada” habría resuelto el problema y quienes (sin adoptar una u otra postura) aprovechan para volver a cuestionar la crianza respetuosa.
Por lo que algunos tiktoks o reels dejan ver, este método parecería ser sinónimo de educar sin límites, solapando groserías y dejando al niño o niña “hacer lo que quiera”. Sin embargo, la crianza positiva— como también se le conoce— no está peleada con la disciplina ni las reglas.
“La gente se está equivocando mucho y confunden lo que es la crianza respetuosa con permisividad. (...) Es tratar a los niños como individuos: que entiendan las emociones, que las vivan y permitirles (vivirlas). No significa que tengan la razón, pero hay que validar lo que están sintiendo”, aclaró Alejandra Zertuche, psicóloga infantil, a MILENIO.

Los niños sí entienden
“¿Por qué le explicas? Sólo castígalo”, “Pierdes mucho tiempo” o “Yo no tendría paciencia” son algunas de las tantas críticas que mamás y papás pro crianza respetuosa reciben, mientras intentan calmar o dialogar con sus pequeñas o pequeños.
Pero el éxito en esta crianza no suele ser inmediato. Sino que es resultado de días en los que la paciencia y el autocontrol se pusieron a prueba; atravesaron berrinches desenfrenados, y pláticas que, a ojos de terceros, “los niños y niñas no entienden”— cuando la realidad es que ellos “entienden absolutamente todo”, incluso “desde que están bebés”.
La realidad de la crianza respetuosa
@andysistar407 Todos los bebés pasan por berrinches son normales, tener mucha paciencia???? #crianzarespetuosa #maternidad
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No es novedad que las generaciones que hoy en día están empezando su camino en la crianza de los hijos fueron educadas, en su mayoría, con el sistema tradicional: regaños, castigos violentos, disciplina rígida y reglas autoritarias.
¿Cuántas veces no hemos escuchado testimonios de personas que “les dieron con la chancla”; que los callaron de “un cachetadón”, o que el ‘estáte quieto’ de sus padres eran las nalgadas y pellizcos?
El problema es que estos métodos no inculcaban respeto en niños y niñas, sino miedo: “Si tú gritas y le das un ‘chanclazo’ o lo golpeas con el cinto, como lo hacían antes, a lo que respetan es a la chancla o al cinto. Si no estuvieran estas figuras, no hay respeto”, explicó la experta en psicoterapia infantil.
Contrario a lo que se pensaría, la crianza respetuosa también busca inculcar a las infancias que mamá y papá son la autoridad, pero a base de respeto y haciéndoles entender que toda acción tiene una reacción.
Esto implica adecuar el lenguaje verbal y corporal a sus edades, pues no es lo mismo corregir a un pequeño de diez años que a una bebé de dos.
¿Cómo corregir a mi hijo sin maltratarlo?

En la crianza respetuosa, no se busca dialogar con los niños y niñas para “pelear por ver quién tiene la razón”, sino para que reflexionen sobre sus actos y las consecuencias (tanto buenas como malas) de los mismos.
Zertuche ejerce la crianza respetuosa con su pequeña de dos años. Y para corregirla, explicó a MILENIO, recurre a las preguntas cortas y sencillas que le ayuden a entender las causas y consecuencias de una situación que le molestó o la hizo llorar.
Por ejemplo, cuando derrama alguna bebida de su vasito porque corrió con éste en mano y pide que se le vuelva a servir. Ahí, la psicóloga se agacha a su nivel para verla directamente a los ojos, mientras le pregunta:
— ¿A quién se le cayó?
— A mí, responde la pequeña.x
— Okay. ¿Es correcto ir corriendo así?
— No
“¿Y qué aprendemos? Que la siguiente vez corra con más cuidado y se acabó el problema. (...) En situaciones así le explico y le digo quién decidió eso”, detalló. “Nada largo. No les des la teoría de quince minutos”.
Si bien la manera en cómo se establecerá el diálogo varía según la edad, la psicóloga recomienda usar palabras cortas, constantes y conocidas por el hijo o hija.
Asimismo, agacharse a su nivel y mantener contacto visual mientras se les habla. Incluso, estas dos medidas pueden aplicarse durante las crisis— o sea, esos berrinches intensos y descontrolados—, pero con otro objetivo:
“Si está llorando en el piso debes bajarte y decirle: ‘Ahorita que te tranquilices, platicamos’ y cumplirlo. Nada de decirle y ya se te olvidó”. Una vez que la crisis se haya reducido, vuelves a colocarte a su nivel y, tomándole las manos, le explicas la situación y el por qué de tu decisión. “Yo como quiera te voy a decir que no, pero no porque te diga que no significa que no te amo. Sí te amo”, ejemplificó la experta.
¿Y si el berrinche no cesa? En ese caso, Zertuche sugiere “sacarlo del hemisferio derecho al izquierdo”. O sea, distraerlo de la situación: enseñarle una mancha en la pared, algún pajarito que se detuvo afuera de la ventana, un juguete con una forma rara o divertida. Así será más sencillo calmarlo y retomar la conversación.
“Pero siempre esperar que baje ese nivel de crisis, porque en crisis si tu quieres seguir regañándolo, los dos van a estar en crisis y va a terminar en gritos”, destacó. “Toma tiempo de explicar porque estás acompañando a un niño y le estás enseñando a un niño que no conoce este mundo de consecuencias ni de castigos”.

No son castigos, son consecuencias
“La crianza respetuosa es enemiga del castigo como golpes, 'cinturonazos', 'chanclazos' o el ‘porque lo digo yo y punto’ ”, comentó la psicóloga a MILENIO. En su lugar, se le inculca el sistema “con el que todo ser humano funciona”: el estímulo-respuesta.
Sin embargo, eso no significa que el niño o la niña recibirá un premio cada que acate las reglas. No es un esquema de recompensas, sino de límites cuyo cumplimiento o incumplimiento conlleva consecuencias.
Para esto, la psicóloga implementa la técnica del semáforo: cuando hay una instrucción, la primera ocasión la planteas “por favor”. Si no se acata, en la segunda insistes sin gritos pero avisando la consecuencia: “Recoge tu cuarto o apago la televisión”, por ejemplo. Si aún no hay respuesta, “no peleas” y efectúas la advertencia.
La psicoterapeuta recomendó que la duración del castigo debe ser igual a la edad del niño por dos minutos: “Los castigos de una semana ya no funcionan. La consecuencia negativa tiene que ser corta pero firme”. Entre más largo, hay más riesgo de contradecirlo o romperlo durante ese periodo.
“Los castigos son cortos, pequeños, pero que a él o ella realmente le cueste. Son consecuencias, no castigos”.
ASG