Hablar de redes sociales implica revisar sus mejores beneficios, hasta uno sus lados más oscuros. Uno de los cuales, lamentablemente, acecha con frecuencia a las y los usuarios más jóvenes: los riesgos de tipo sexual.
El glosario de términos es variado: Sexcasting, revenge porn, sextorsión, cyberbullying, sexting, grooming y más.
En la mayoría de los casos basta que la víctima— usualmente de la etapa adolescente— reaccione a un “inocente” comentario o acepte la solicitud de amistad que envió “el amigo del amigo” para dar banderazo a la estrategia del perpetrador. Sin embargo, los victimarios han aprendido a camuflarse y alterar su huella digital.
Un claro ejemplo es el fenómeno del grooming, cuyas características, causantes y hasta su modus operandi son tan variadas como el mismo ciberespacio.
“Esto complica el proceso de conceptualizar exactamente qué actos constituyen el grooming y cuáles no”, señalan Émilie Bloin y Lars Roar en la Revista Nórdica de Criminalística.
Pero al ser un comportamiento estrechamente vinculado con la violencia y abuso sexual infantil, expertos han identificado patrones que— pese a no aplicar para todos los casos— ayudan a que madres y padres identifiquen si sus infantes o adolescentes corren peligro.

¿Qué es el grooming y cómo identificarlo?
Pese a tomar fuerza con el auge de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), los antecedentes del grooming se sentaron offline.
En términos generales, este fenómeno se entiende como el proceso donde una persona adulta, a base de engaños y manipulación, se gana la confianza de un menor de edad y de su entorno, a fin de entablar una relación y así llegar al abuso sexual.
Pero al llevarlo a las redes sociales, se facilita aún más el acercamiento a las posibles víctimas, gracias a factores como el anonimato, la interactividad, la inmediatez, la falta de controles o el acceso a información sensible y personal de la o el menor.
En estas plataformas, el modus operandi más común es aquel donde el agresor crea un perfil falso o se hace pasar por otro infante para establecer una relación de amistad o de noviazgo con la niña, niño o joven. Una vez con la confianza ganada, comienza a pedir imágenes o videos de contenido sexual, o una cita personal.
Sin embargo, en el ensayo de Bloin y Roar se advierte que no todos los groomers (como se les conocen) buscan llegar al abuso: “Algunos pueden obtener placer sexual sólo con el grooming o estar impulsados por la fantasía”.
Aunque no sólo navegan en las plataformas como Instagram o Facebook, también están en los espacios de videojuegos online. Ahí identifican a sus víctimas y, haciéndose pasar por otro de su edad, las canaliza a otro canal de comunicación más privado.
Incluso, algunos llegan a conseguir el número telefónico mediante los sorteos, las encuestas o los anuncios, para contactarlos directamente por apps de mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram o Snapchat.

El campo tan amplio del grooming obedece a la capacidad de los agresores para adaptarse a las nuevas plataformas y aplicaciones: desde blogs o redes sociales, hasta juegos en línea o en aplicaciones de celular. De hecho, plantean Bloin y Roar, ya ni siquiera es necesario que sean “profesionales del engaño” o de las tecnologías para poder engañar a sus víctimas.
En México, este panorama adquiere más relevancia al considerar que 95.1% de su población de 12 a 17 años es usuaria de internet, la cual dedica 4.5 horas al día a su uso. Por su parte, 79.7% de las niñas y niños de 6 a 11 años son usuarios de internet, con 2.6 horas promedio.
Ambos sectores forman parte del perfil de víctima que la organización Save the Children detectó en su estudio “Online Grooming”, donde también señaló que 57.4% de víctimas de este crimen fueron niñas (con mayor porcentaje en edades de 6, 8 y 11 años) y el 42.6% hombres (siendo las edades de 12, 13 y 16 las que reportaron mayor incidencia).
En tanto, en el perfil de la persona agresora se detectó que en el 47.5% de los casos era desconocida; 23% conocida; 16.3% era monitor o entrenador; 9.8% era docente, y 3.3% era familiar.
Asimismo, la psicóloga Georgia M. Winters identificó cinco etapas generales del grooming— cuyo orden y presencia puede variar según las características de ambas partes o el contexto en el que cual se desarrollan:
- La selección de víctimas, usualmente vulnerables y con falta de supervisión o necesidad de apoyo
- Obtener acceso y aislar a un niño, el cual se otorga a través de diversas posiciones o roles cercanos a los infantes que permitan al groomer hacerse pasar por alguien consternado por su bienestar (guarderías, atención médica, escuelas, etcétera) y, de ese modo, evite levantar sospechas.
- Desarrollo de la confianza con estrategias de socialización que, a su vez, promueven el secretismo y cooperación.
- Desensibilización al contenido sexual y al contacto físico. Es decir, la comunicación e interacción se tornan poco a poco hacia un sentido sexual.
- Mantenimiento después del abuso mediante tácticas de avergonzamiento, amenaza o soborno.
¿Cómo prevenir el grooming?
La clave para proteger a hijas e hijos de esta práctica es la educación. Mientras que del lado parental, es fundamental supervisar los contenidos a los cuales sus adolescentes están expuestos.
Para ello se recomienda utilizar herramientas de control que permitan bloquear o limitar el uso de aplicaciones e información. En la misma línea, también se puede optar por activar las opciones de seguridad en sus redes sociales, juegos en línea o blogs favoritos.
Asimismo, hay que estar al pendiente de las “amistades” que la o el joven tiene y acepta en sus perfiles, así como de sus hábitos del uso de internet. Esto último ayudará a identificar con más facilidad cualquier cambio en los comportamientos de la o el menor, así como la presencia de estados de ánimo diferentes a lo habitual: ansiedad, temor, agresividad o aislamiento.
¿Y qué hacer cuando hay sospechas o la propia víctima confiesa haber atravesado por grooming? Primero que nada, mantener la calma y no regañar, juzgar o criticar a la niña, niño o adolescente.
Segundo, no perder el contacto con el groomer ni enfrentarlo ni actuar de manera violenta, a fin que la policía cibernética pueda investigarlo. A la par, se sugiere empezar un proceso psicológico, pues se ha identificado que las víctimas llegan a presentar secuelas emocionales, mentales, físicas y hasta intentos de suicidio .
ASG