En las últimas dos décadas, los cárteles de drogas mexicanos han consolidado su posición como actores transnacionales del crimen organizado, expandiendo significativamente su influencia más allá de las fronteras mexicanas.
Como Notivox explicó en días recientes, esta expansión ha sido particularmente visible en Estados Unidos y Europa, pero también en regiones estratégicas como Centroamérica y el Caribe, que se han convertido en corredores clave para el tránsito de drogas.

Países como Guatemala, Honduras, El Salvador y República Dominicana han sido especialmente vulnerables a esta penetración, debido a factores estructurales como la debilidad institucional, la corrupción, la pobreza y la limitada capacidad de las fuerzas de seguridad.
La presencia creciente de organizaciones como el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en estos territorios ha provocado un aumento sustancial de la violencia y el fortalecimiento de economías criminales locales. Pero, ¿qué se sabe al respecto?
La importancia de América Latina para los cárteles mexicanos
América Latina, por su ubicación geográfica, abundancia de recursos naturales y debilidades institucionales históricas, se ha convertido en una región de alta relevancia estratégica para los cárteles de drogas mexicanos.
Más allá de su tradicional papel como corredor de tránsito hacia los Estados Unidos —principal mercado consumidor de drogas ilícitas en el mundo—, la región cumple otras funciones clave.
Países como Colombia, Perú y Bolivia continúan siendo el principal productor mundial de cocaína. Esto convierte a Centroamérica y el Caribe en ejes fundamentales para la logística de transporte terrestre, marítimo y aéreo.

Los cárteles mexicanos han establecido relaciones directas con productores sudamericanos, desplazando en muchos casos a los antiguos intermediarios, lo que les permite controlar toda la cadena de valor: desde la producción hasta la distribución final en mercados de alto valor como Estados Unidos, Europa y Asia.
En segundo lugar, países de América Central como Guatemala, Honduras y El Salvador no solo funcionan como rutas de paso, sino también como zonas de consolidación logística, almacenamiento y reclutamiento de mano de obra criminal.

En estas regiones, las alianzas entre cárteles mexicanos y pandillas locales permiten un control territorial más eficaz y facilitan operaciones de seguridad, transporte y extorsión.
El tráfico de migrantes y los cárteles mexicanos
Pero la producción y trasiego de drogas a su mercado final no es el único mecanismo a través del cual los cárteles mexicanos obtienen ingresos de esta parte del continente.
Diversas investigaciones, como la de Simón Pedro Izcara Palacios en 2016, han documentado que estas organizaciones criminales de México han diversificado sus actividades, encontrando en la migración irregular un negocio paralelo.
Aprovechando la vulnerabilidad de las personas que huyen de la pobreza, la violencia o la falta de oportunidades en Centroamérica y Sudamérica, los cárteles han transformado el “sueño americano” en una fuente de ingresos ilegales.
“Hasta hace menos de una década los migrantes centroamericanos podían transitar por México con relativa seguridad. Pero a partir de 2007, la delincuencia organizada encontró en el secuestro de migrantes centroamericanos en tránsito una fuente estable de ingresos (...)”, se lee en la investigación.
En esa línea, refiere que los migrantes centroamericanos generan tres tipos de ingresos a los grupos criminales:
- El pago de rescates derivados de los secuestros
- El pago de cuotas por atravesar los territorios controlados
- El ingreso forzado en las filas de la delincuencia organizada.
La frontera sur de México, así como los estados del sureste —Chiapas, Tabasco y Veracruz—, han sido escenarios de esta dinámica.

Así se ha dado la expansión de los cárteles mexicanos en Centroamérica y el Caribe
Durante los años 80 y 90, los cárteles mexicanos fungían principalmente como intermediarios logísticos para las grandes organizaciones sudamericanas, especialmente colombianas, que lideraban la producción y distribución de cocaína.
En esta etapa, la participación mexicana en Centroamérica y el Caribe era limitada y se restringía al paso de cargamentos por rutas terrestres y marítimas.
Con la fragmentación de los cárteles colombianos y el auge de los grupos mexicanos, como el Cártel de Sinaloa y Los Zetas, comenzó una reconfiguración del mapa criminal.
A partir de 2010, los cárteles mexicanos dejaron de depender de intermediarios locales y comenzaron a establecer estructuras propias en diversos países de la región.
La corrupción institucional ha sido instrumental en la expansión. Desde policías municipales hasta funcionarios aduaneros, los grupos criminales han penetrado estructuras estatales débiles mediante sobornos, intimidación o colusión voluntaria.

Aliados de los cárteles mexicanos en América Latina
La expansión de los cárteles mexicanos en Centro y Sudamérica no se ha dado de forma aislada. Para operar con eficacia en territorios extranjeros, han tejido alianzas con organizaciones criminales locales que les permiten mover drogas, armas de fuego y personas con mayor facilidad.
Entre los datos más recientes revelados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, destaca su presunta colaboración con el Cártel de los Soles, organización criminal de Venezuela a la que Estados Unidos señala de ser liderada por el presidente Nicolás Maduro.

Fue el pasado 25 de julio cuando el Departamento del Tesoro anunció sanciones contra este grupo criminal, que, refirieron, “proporciona apoyo material a organizaciones terroristas extranjeras que amenazan la paz y la seguridad de Estados Unidos, concretamente al Tren de Aragua y al Cártel de Sinaloa”, entre otros delitos.
Por este hecho, el gobierno del presidente Donald Trump también anunció un aumento en la recompensa del líder venezolano, por el que actualmente ofrecen 50 millones de dólares.
En la próxima entrega, Notivox explicará cómo los cárteles de drogas de México lograron su expansión a otra parte del mundo: Asía y Oceanía.
RMV.