Vi la película “Inexplicable”, y a propósito de celebrar en estos días a las madres, me gustaría reflexionar sobre una emoción presente en el ejercicio de la maternidad: el miedo.
La trama del filme gira alrededor de la angustiosa experiencia de una familia que enfrenta la enfermedad de uno de sus hijos.
En un diálogo que sostiene la madre con otra mujer menciona que siente mucho miedo, a lo que la sabia compañera le responde que “ser madre es tener miedo”, y añade que no existe una cosa sin la otra; la respuesta es su fe en Dios.
Las madres enfrentamos muchos temores y vivimos con la falsa creencia de que debemos ser fuertes por numerosos motivos.
El breve diálogo entre las dos mujeres me hace consciente de mi urgencia de naturalizarlos y ser más compasiva con estas emociones.
Las madres sentimos que no somos lo suficientemente buenas para nuestros hijos, que no cumplimos sus expectativas o las de la sociedad, lo cual afecta nuestro bienestar emocional.
Nos asusta la responsabilidad de tomar decisiones acerca de la crianza de nuestros hijos.
Experimentamos miedo de perdernos en el papel de madre, de olvidarnos de nuestras propias necesidades e intereses, difuminando nuestra identidad, lo que puede traer amargura.
Como madres es inevitable pensar en la seguridad, salud y bienestar de nuestros hijos.
Osar responsabilizarnos de su futuro puede traer efectos en la relación con ellos, con la pareja o reflejarse en nuestra propia salud física y emocional.
Es importante identificar cuáles son esos miedos, sin juzgar si están bien o mal, reconocerlos y aceptarlos.
Se vale buscar ayuda para aprender más respecto de lo que nos preocupa o hablar con otras madres para confirmar que no estamos solas.
Es necesario cambiar la narrativa en nuestra mente, con pensamientos positivos y gratitud por todo lo que tenemos.
Reconocer que el miedo es una emoción natural de las madres y es inevitable sentirlo. Si somos creyentes, orar para que esos miedos no superen nuestra fe.
Yo soy madre… y tengo miedo.