Cultura

Las razones del borrego

“Quieren los defensores del conformismo que ‘ambición’ y ‘avidez’ sean la misma cosa”


Corre en tiempos recientes la tendencia a educar a los niños contra las ambiciones individuales, en la creencia fácil y cretina de que esto les corrompe para siempre. Ya en otros tiempos se intentó que los niños creciéramos inmunes al deseo sexual, que según se temía era otra grave fuente de corrupción. Nadie sabe, no obstante, qué será de sus hijos a partir de los frenos y prohibiciones que les impone desde temprana edad. A menudo, se logra justamente lo opuesto de cuanto se intentó, y si acaso las cosas salen bien el resultado no es la contención, sino el fariseísmo.

La escasez de ambiciones, o su simulación, no es un certificado de honestidad, y menos todavía una virtud, sino frecuentemente lo contrario. Entre más hondo sea el envilecimiento general y más miedo se tenga a la verdad, menos serán las trabas para el florecimiento del ánimo anodino. Según el diccionario, el conformismo es aquella “práctica de quien fácilmente se adapta a cualquier circunstancia de carácter público o privado”, lo cual sería sin duda más exacto si en lugar de “adaptar” se hiciera uso del verbo “someter”. Hay una castración de los anhelos en la resignación del conformista, frecuentemente en nombre de un miedo o una dádiva que cancelan los riesgos del arrojo e inducen a la mera sumisión.

El autoritarismo ama a los conformistas: gente que se cree honesta por no aspirar a más, y en realidad ha sido corrompida por quienes le prometen una estabilidad sin sobresaltos a partir de su entera docilidad. Marcello, personaje central de El conformista, la novela de Alberto Moravia que retrata a un esbirro del fascismo italiano, no es un hombre pacífico ni un alma de Dios, como se cree que son ciertos mediocres, sino un traidor cobarde que tortura animales desde niño y sabe renunciar a lo que más desea, con tal de verse inmune y protegido contra las consecuencias de su putrefacción.

El conformista, del Alberto Moravia. especial
El conformista, del Alberto Moravia. especial

El conformista es útil al poder, más todavía si éste es o pretende ser irrestricto, y por lo tanto mira con recelo toda posible individualidad. Solos, nos dicen, no valemos nada. Nuestra voz, para oírse, ha de fundirse en una masa inerme cuyas necesidades, opiniones y creencias son forzosas y unánimes. Se asume, en conclusión, que quien se atreve a pensar diferente comete un aberrante pecado de soberbia, amén de una traición imperdonable a quienes ofrendaron su propia iniciativa en aras de la dicha oficial del rebaño. Con tamaño nosotros, ay de quien diga “yo”.

Quieren los defensores del conformismo que “ambición” y “avidez” sean la misma cosa, de modo que se pueda condenar a quienquiera que ose desear ser o tener más de lo que le ha tocado en suerte. Dicen que la miseria ama la compañía, de ahí que el conformismo fraudulento sea pariente próximo de la envidia podrida (esa que se solaza menos en tener algo que en que tú no lo tengas). ¿Y no es la envidia acaso, con todo cuanto lleva en sí de autodesprecio, caldo de cultivo para la corrupción? Si ya me he dado el muy dudoso lujo de odiar a quienes tienen sólo por lo que tienen, ¿qué me cuesta concluir que, al menos en mi caso, un poco de riqueza malhabida tiene que ser un acto de justicia? No es que los promotores del conformismo carezcan de ambiciones, sino que las ocultan detrás de cierta falsa bonhomía que confunde a los cándidos y encanta a los hipócritas.

Admiro a los artistas ambiciosos tanto como desdeño a los conformistas, que me parecen unos sinvergüenzas. Celebro que mis padres me reconvinieran cada vez que me vieron refugiado a la sombra de la mediocridad. Aspiro a ser mejor en mi vida y mi oficio, y espero la bastante prosperidad para que mi familia no tenga que aguantar las amarguras de un envidioso de mierda. En cuanto a los devotos de la mediocridad, no creo requerir su absolución.

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Xavier Velasco
  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.
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