En 1978, Silvia Hernández, directora del Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (Crea), le pidió a Raúl de la Rosa organizar un festival para jóvenes. Como era imposible pensar el rock, que era un género prohibido, en una reunión propuso un festival de blues.
Acompañado por Gastón Martínez se trepó a un avión con rumbo a Chicago. Sin ninguna experiencia, pero con todas las ganas del mundo, lograron contactar con un promotor para armar un elenco que envidiaría cualquier festival del mundo, además de contar con la Sala Nezahualcóyotl para presentar ese mismo año el Primer Festival de Blues en México. Con localidades agotadas, el festival superó las expectativas: la Sala Nezahualcóyotl se atiborró de jóvenes de todas las clases sociales que ante la falta de rock encontraron en la energía de los bluesistas un modo de desatar su catarsis, lo que no habían logrado durante muchos años en festivales masivos.
Hubo otros festivales, algunos de ellos dedicados a otros géneros, aunque De la Rosa y su equipo de colaboradores se enfrentaron con la intolerancia de ciertas autoridades, que solo entorpecían su trabajo. Gracias a su necedad, pudimos escuchar en México a leyendas del blues como Willie Dixon, Willie Rogers, Walter Horton, Muddy Waters, John Lee Hooker, Koko Taylor, Sonny Terry & Brownie McGhee, Lighthin’ Hopkins, Son Seals, Carey Bell y muchos otros, pero también a jazzistas como el Art Ensamble of Chicago, Archie Shepp y el grupo Irakere, o al maestro del nuevo tango, Aztor Piazzolla.
Gracias a la edición del libro Por los senderos del blues (Agua Escondida Ediciones, 2022), que recopila textos de la columna Tiempo de blues que De la Rosa publica en La Jornada, podemos reconstruir parte de ese pasado glorioso, así como acercarnos a figuras fundamentales del género. En el prólogo, Pablo Espinosa advierte que si hoy los conciertos masivos son un negocio, “antes, cuando Raúl de la Rosa trajo a México la mejor música popular del mundo, era francamente un acto subversivo”.
De la Rosa dice que envidia a los músicos porque nunca aprendió a tocar un instrumento, aunque gracias a su labor ha logrado tocar los corazones de varias generaciones con torrentes de música que, con el blues como estandarte, ya son parte de la historia. Seguramente tiene preparado otro acto subversivo para el momento menos pensado, mientras tanto los invito a disfrutar del libro de este bluesman honorario.
Coda
Reconocimiento de la Blues Foundation
Raúl de la Rosa recibió recientemente un premio de la Blues Foundation de Memphis, otorgado a quienes mantienen al género con vida, un gran reconocimiento para quien ha hecho de la promoción cultural un vehículo para compartirnos su pasión por la música.
Xavier Quirarte