Cultura

¡Salve, maestro!

No podría ocultar, ni quisiera, mi admiración por la obra, trayectoria y personalidad de Geroca (Gerardo Rodríguez Canales), quien con méritos más que suficientes, recibió este pasado 30 de mayo el reconocimiento que anualmente otorga el Conarte a través de la Pinacoteca del Estado a quien por su trabajo y trayectoria merece esta distinción, amén de ser objeto de una exposición homenaje que en esta ocasión llevó por título “Mirón, monero, pintor”.

Las líneas que siguen bordan dos aspectos. El primero de ellos, que no me cansaré de repetir, es que son esta clase de eventos los que justifican plenamente la existencia de una institución como la Pinacoteca. Como también creo que se convertiría en organismo modelo de implementar, por ejemplo, la consolidación de su colección, contar con un programa periódico de adquisiciones, realizar tareas de investigación y educación, y, por supuesto, un robusto programa de exposiciones, sin olvidar la importante labor editorial que realiza.

Puesto que hablamos de la parte institucional, no puedo dejar de mencionar lo positivo que sería cambiar radicalmente el protocolo de inauguración, el cual resulta –como el de esta exposición– tedioso, acartonado, vacío, repetitivo, sin nada que aportar al evento o a la exhibición. Por cierto, en esta ocasión, la única que entendió que había qué hacer y supo qué decir, fue la presidenta del Conarte.

El siguiente tema tiene que ver también con lo sucedido la noche de la inauguración, me refiero a la presentación de la grabación que se le hizo a Geroca cuando le fue entregado su reconocimiento, visita que se aprovechó para entrevistarlo. Nada más fresco, honesto y jovial que escuchar a este monero de más de 70 años hablando sobre sus condiciones actuales y un futuro próximo en el que espera descifrar los secretos que el arte de la pintura aún le tiene reservados.

Esta es la principal fortuna crítica que ha ido acumulando Geroca desde sus inicios como cartonista político, primero en su natal Saltillo, después en Monterrey, ganada a partir de una personal y valiente decisión respecto a qué hacer con su vida y obra. Conscientemente, desde siempre, decidió ser un outsider y que su trabajo viviera lo que tenía que vivir y tuviera la fortuna que le tocara.

Cada exposición supone un diferente punto de vista, por lo que no hay una sola y definitiva manera de presentarla. En lo personal a mí me hubiera gustado ver al Geroca que he conocido de siempre: cliente de bares y cantinas, llenas de travestis y prostitutas surrealistas que conversan con animales y maleantes, con parroquianos borrachos. Espacios en los que hay una clara diferencia entre la vida al interior que en ellos se da y la exterior, la de la ciudad que también, en su trajín y diario acontecer, tiene muchas otras historias que el monero ha sabido narrar. Claro que hay ejemplos de estos trabajos, pero como él mismo lo dice en la entrevista que hemos mencionado, al bohemio que fue, le sigue ahora el pintor atento y, por qué no, el arquitecto, ciencia que algún día estudió.

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Xavier Moyssén Lechuga
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