Sociedad

Vacunas del primer mundo y la homofobia de la Secretaría de Salud

El domingo anterior a la Folsom Street Fair, el histórico Eagle Bar ofreció una fiesta especial con la que arrancaba oficialmente la semana mayor del orgullo leather en todo el mundo. Junto a la entrada, la Leather & LGBTQ Cultural District instalaron dos carpas, una de registro y otra que albergaba cuatro estaciones en la que aplicaban la vacuna contra la viruela del mono de forma gratuita y sin necesidad de contar con un número de seguridad social. Mi güey aprovechó para ponerse la segunda dosis y yo tuve que refugiarme en el toldo de las vacunas, pues la lluvia mojaba con densidad las calles del barrio del South Market de San Francisco. Famoso por albergar el corredor de bares y clubes, y clubes de sexo dedicados a la homosexualidad en su estereotipo hipermasculinizado. Donde se dan cita las chaquetas de cuero, los arneses que comprimen los pectorales, los fetiches por las calcetas deportivas y las axilas apestosas de testosterona sin desodorante según el rancio y delicioso cliché.

En lo que esperaba a Jim al menos cinco hombres pasaron a la carpa a extender el brazo para primeras o segundas dosis. No hay muchas, por eso las pocas disponibles se deben aplicar en el antebrazo y no en el hombro como se venía haciendo, pues han disminuido unos cuantos mililitros por inyección a fin de multiplicar los anticuerpos y que más personas tengan acceso a la vacuna. Siendo una dosis ligeramente menor en cantidad son más efectivas en esta zona del cuerpo. Dos chicas que acompañaban a sus amigos intentaron ponerse la vacuna, pero les fue negada después de responder un pequeño cuestionario.

Uno de los hombres que según contó al enfermero voluntario venía desde Texas, recibió la instrucciones: no tocar la zona del pinchazo, es normal que se inflame un poco y se ponga roja en un lapso de dos semanas. La primera dosis es efectiva después de transcurridos 10 días ofreciendo 85% de protección en caso de estar expuesto a la viruela del mono. Tras ponerle el parche, el enfermero le dijo al texano: “Ahora sí, a disfrutar el Folsom sin preocupaciones” cerrándole el ojo.

El voluminoso turismo mayoritariamente masculino que arriba a San Francisco la última semana de septiembre viene atraído por la exhibicionista impudicia que ofrece el Folsom Street Fair. La oportunidad de tener sexo al aire libre con otros hombres recargados en cortinas de acero de talleres mecánicos con el desenfreno y la libertad sin intromisiones morales que difícilmente se pueden hallar en su lugares de origen.

Días después, el director general de Promoción de la Salud del Gobierno de México, Ricardo Cortés Alcalá, dijo en un foro de la Organización Panamericana de la Salud que “nos cae la epidemia de mono que pone en un estatus de salud mental postpandémico en la sociedad de forma brutal en la que seguimos en una necesidad imperiosa de vacunación ante todo y ante cualquier cosa”, después hace un batidillo de palabras en el que deja claro que simplemente no habrá vacuna contra la viruela del mono en México, aún sabiendo que la Organización Mundial de la Salud lo ha dejado claro: hasta el día de hoy el 97% de los casos viruela del mono se presenta en hombres homosexuales, que tienen sexo con otros hombres y trabajadores sexuales.

De acuerdo con el activista Ro Banda, los casos de viruela del mono están aumentando en México en una proporción de un tercio por semana. La Secretaría de Salud reporta mil 627 casos confirmados, pero tanto Banda como el también activista Alaín Pinzón, los más comprometidos con la lucha por tener acceso a la vacuna, señalan que el abismo del subregistro es profundo y los casos deben por lo menos duplicar o incluso triplicar el número oficial.

Subí el video de Ricardo Cortés Alcalá a un muro de mis redes sociales diciendo que la actitud de la Secretaría de Salud era la de promover una homofobia institucionalizada. Un conocido opinó que debía retractarme de tal acusación, pues la vacuna no alcanzaba para todos. Desde luego la vacuna no es para todos y sí para las poblaciones clave que se han visto afectadas en la propagación de la viruela del mono: homosexuales, bisexuales, hombres que tienen sexo con otros hombres en contextos de urgencia, promiscuidad y anonimato y trabajadores sexuales.

Cuando le puse el ejemplo de las toldos afuera del Eagle Bar su respuesta fue clara: debes entender que el primer mundo puede darse el lujo de administrar prioridades, ¿nuestra salud no es prioridad? El tufo de moraleja apestaba en los comentarios que le siguieron, incluyendo el predecible consejo que también podríamos cuidarnos a nosotros mismos parándole al desmadre de ligues, sexo anónimo, saunas o cruising. El teatro de la diversidad se viene abajo cuando la homosexualidad deja de prestarse el juego de ser la mascota de la tolerancia de los bugas y se muestra peligrosamente honesta. Ser joto no es el hombre inofensivo que busca formar una familia porque si eres gay, con pareja, casado, monógamo o en abstención sexual, lo más probable es que no te apliquen la vacuna. Para tener acceso a ella debemos ser honestos con la promiscuidad que nos define como homosexuales más allá de los eslóganes publicitarios de “love is love”, los matrimonios igualitarios como panfletos consumistas o el activismo empresarial que lo mismo lucha que da consultorías cobrando miles de pesos por repetir obviedades sobre la inclusión. La homosexualidad también es jugártela por el deseo que nos define y en la que estriba la verdadera disidencia.

El domingo siguiente, cuando sucedió la gran feria sadomasoquista de Folsom Street Fair de San Francisco, la mayoría de los hombres caminaba con el torso desnudo, un vaso de cerveza y un moretón rojo en uno o ambos antebrazos. Pasada las tres de la tarde, las escenas de sexo oral hacían su aparición sobre los muros de los edificios de corte industrial y art decó que predominan en la calle de Folsom. Exhibicionismo del primer mundo quizás. Después de todo, el conocido al que le alarmó que catalogara de homofóbica a la Secretaría de Salud de la actual administración es que hasta para la izquierda, lo que sea que eso signifique, el sexo entre hombres sigue siendo visto como una frivolidad que atenta contra la reproducción de la fuerza laboral.

 Wenceslao Bruciaga
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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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