“Si puedes controlar tus emociones, lo más probable es que no tengas muchas”, dice Douglas Coupland al principio de JPods. La novela que retrata los días en la vida de unos asalariados de Sillicon Valley, cuyos miserables días transcurren entre el estrés y romances desabridos.
Coupland podría tener razón de no ser por Stars, la banda de Montreal que no solo tiene muchas emociones, sino que las controla con tal lucidez que pueden hacer con ellas las canciones más conmovedoras y vibrantes que ha visto la historia reciente de ese artificio llamado indie pop.
Y a pesar de eso, Stars es una banda que nunca tendrá la fama y el revuelo que de verdad merece a pesar de su empeño.
Prueba de su integridad independiente es From Capelton Hill, álbum que lanzaron en mayo pasado. El disco da seguimiento a su naturaleza chamber pop y de puentes electrónicos, tutelado por las voces en contrapunto de Amy Millan y Torqueil Campbell. Cuyos diálogos solfeados son quizás el rasgo poético que más los distingue. Pero esta vez, las letras son cuadros en la edad adulta. Después de la imprudencia y la torpe inocencia de la juventud. Uno de los sencillos, “Pretenders”, es la llegadora carta de despedida al desmadre, las borracheras y la sensación de ser indestructibles.
Las despedidas y los reencuentros, los baches que dejan el paso del tiempo cuyo final es la muerte; las catarsis para sobrevivir a las trampas de la clase media, siempre en constante amenaza de extinción por un capitalismo que exige demasiado, son temas recurrentes en las letras de Stars. Quienes viven la tragedia económica de la incertidumbre como cualquiera de sus mortales fanáticos. Si algo palpita en ellos es una honradez demoledora.
Hace unos días Torqueil Campbell, la mitad masculina en las voces de Stars, tuiteó que la pequeña gira que decidieron montar por los Estados Unidos a propósito de su nuevo disco le dejó a la banda una pérdida de 20 mil dólares.
En un segundo post, detalló: “El combustible cuesta el doble, las habitaciones son dobles, las visas son dobles, todos obtuvieron un aumento excepto nosotros, no ganamos nada. Ni un centavo. Somos una banda de seis integrantes que trae producción siempre, sin importar nada. Lamentable y simplemente no estamos hechos para estos tiempos. Pero es lo que es”.
No es la primera vez que deben enfrentar este tipo de contratiempos. Por si fuera poco, Stars es de las poquísimas bandas sajonas que nunca se manchan con los precios de sus conciertos. Para ellos hacer música es un imperioso compromiso: tener el nombre más genérico de la industria y componer canciones hasta la madre de emociones y notas épicas.
Y aun así no han parado de hacer música en 21 años.
El 11 de junio, Stars ofreció un concierto en el August Hall, al borde de Union Square en San Francisco. El mismo día en el que el padre de Torqueil cumpliría cien años si estuviera vivo según lo confesó él mismo después de arrancar con “Capelton Hill” y “Reunion”. Torqueil es un coqueto que desborda vitalidad y convicción con la fuerza de una bola de derribo. Posee un rango varonil de voz casi único. Distinguible a miles de kilómetros de distancia y que sobresale del típico sonsonete en piltrafa de la mayoría de los que se dicen indies. La parte femenina que recae en la delicada voz de Amy respondía a los versos de Torqueil con la misma entrañable franqueza que despliega en sus discos, pero con un gozo que despilfarraba fuegos artificiales. Y eso lo agradecemos sus fanáticos. De los más sólidos que una banda indie pueda desear. Todos en el August Hall no sabíamos las letras con devoción humilde. Una chica rubia a mi lado no podía dejar de saltar. Sobre todo cuando sonó “Take me to the riot”: “Lo que me gusta de los Stars es la forma en cómo disfrutan interpretar sus canciones. Y nunca paran de hacer música. Los quiero tanto”.
Fue un toquín en el que se entregaron al público que los aplaudíamos solidarios. Como si fueran esos amigos a los que ves tocar al fondo de un bar. Ellos a su vez recibían los honores en actitud poderosamente sencilla. Tocaron éxitos recientes y clásicos, como “Tru” o “Age less beauty” con su infinita belleza.
Por supuesto no faltaron “Elevator love letter”, el cuento de oficinistas neuróticos por enamorarse que se ha convertido en un sencillo altamente esperado en sus conciertos. No lo sé, pero siento que la canción de ascensor, lanzada en 2003, es el germen de romances en edificios inteligentes que Coupland desarrollaría en la novela de JPods tres años después. Y el ritual que implica “Your ex lover is dead”, del álbum pilar en toda la historia del indie, el rock y el pop canadiense, Set Yourself on Fire del 2004. Después de su lanzamiento, muchos grupos corrieron a copiarles su estilo. Algunos fichados por el sello Arts & Crafts. México fue parte de esa camada con Chikita Violenta.
La influencia sigue hasta el día de hoy.
Set Yourself on Fire fue un madrazo en mi vida. La orquestación lúdica y ambiciosa en instrumentos, letras de amoríos atados a la realidad sin metáforas me inspiraron a escribir compulsivamente. La canción narra el punto de vista de dos amantes que se encuentran después de años de no verse y se ven obligados a compartir un taxi. La escena es un himno en la discografía de Stars por llevar la rutina del desencuentro a lo sublime. Todos en la sala cogíamos aire para escucharla con respeto. “Your ex lover is dead” tiene el mismo poder en vivo como Cohen recitando Hallelujah o Kerouac leyendo un pasaje de sus libros. Sobre todo por la primera línea declamada con osadía vetusta: “Cuando no queda nada por quemar, tienes que prenderte fuego”.
Al final del concierto, cuando la última canción llegó, “Calendar girl” (otra vez el maldito tiempo), Torqueil aventó el micrófono a la chingada y entonó la última línea “I’m alive” con los puños cerrados, el pecho contraído y su voz inundando el August Hall. Demostrando su penetrante capacidad vocal en un acto de hipermasculinidad sensible de belleza desesperada. Las venas de la frente parecían reventar de su amor por la vida que tarde o temprano tendrá que acabar.
Por fin pude comprarme la camiseta con la portada Set Yourself on Fire. Espero que de algo sirva a su economía.
Wenceslao Bruciaga