Sociedad

No puedes ser algo que no eres

Con resbaloso margen de error, casi podría asegurar que mi canción favorita del Vulgar display of power de Pantera es “Walk”, un fornido grito, como la garganta, el pecho o la panza del sabroso hasta la pornografía de Phil Anselmo, contra la alineación social con todo y su testarudez por la realización (eufemismo para saciar uno de los tantos vacíos que genera la rutina de los convencionalismos hetero) y los arrebatos de falsa compasión, o la piedad como mecanismo de sobrevivencia social que me recuerda las crudas reflexiones de Albert Camus en La caída, aquella en la que sostiene que lo único que sobrevive de una sociedad funcional es el engreimiento o el tedio, o que hasta la filantropía más santa esconde una mínima oportunidad de ganancia o beneficio.

La primera frase de “Walk” es un gancho al hígado desolador: “¿No ves que la persistencia me molesta fácilmente?”. Aunque mi parte favorita es cuando Anselmo escupe todo emputado: “Lloras a amigos débiles que simpatizan contigo. ¿Puedes escuchar los violines tocando tu canción? Esos mismos amigos que me dicen cada una de tus mismas palabras…”, lo que me hace pensar en algunas de las indignaciones de los últimos días, esas quejas atadas a un hashtag y una marca (siempre una marca en el debate público, como villano o redentor de minorías y oprimidos y el consumismo como único intermediario) esparcidas en hilos trágicos sobre los muros de redes sociales para que luego usuarios se solidaricen repitiendo cada una de tus mismas palabras, las mismas del indignado, y así todos pateando obviedades y algoritmos de respaldo posmoderno. Curiosamente he notado que los comentarios interesantes se encuentran hurgando en la mierda y los insultos de los posts detractores. Al menos proponen puntos de vista diferentes.

“Walk” es también una agresiva invitación a hacerse cargo de la testosterona, sin moralejas posmodernas y pedantes ni pretensiones de consagración no binaria. Habla de ser uno mismo por nuestras propias manos “no puedes ser algo que no eres”, dicho esto un sentido de personalidad y emociones, pero comprendo que este verso sea susceptible de contener algún tipo de fobia, después de todo, el subterfugio a los enunciados directos derivó en un sistema de evasiones estratégicas como medidas cautelares para no ser linchados en redes sociales que una auténtica premisa de acabar con la intolerancia; un mero asunto de popularidad progresista desgastada con la misma velocidad con la que cambian los trending topic, efecto lógico toda vez que son razonamientos consolidados desde la manipulación del algoritmo hambriento de likes. Lo que Anselmo cantaba era sobre ser uno mismo, sin codependencias ideológicas impuestas por la tendencia moral de la época. Hoy podría ser la corrección política, a punto de estallar, por lo insostenible en su arrogancia.

Con la cruda de la corrección política se vienen los efectos secundarios, como esos hombres homosexuales que otrora se escondían bajo las faldas del feminismo, quizás huyendo de no poder ser algo que no son, según ellos obligados por la lucha contra el patriarcado, que hoy se sienten con la suficiente legitimidad como para ningunear a mujeres que se atreven a cuestionarlo todo, incluyendo a nosotros los putos. La misoginia con la que algunos hombres homosexuales mansplanean a feministas radicales para dignificar al colectivo del arcoíris me encabrona lo mismo que el chofer del microbús chilango echando carreritas como si las calles fueran curvas del Autódromo Hermanos Rodríguez; se exponen simétricamente igual a los machos tóxicos que tanto critican, sobre todo cuando veo hacérselas de pedo a esas mujeres que consideran radicales. Incluso en la esterilidad de las redes sociales, la animadversión de sus palabras con las que pretenden corregirlas no solo es virulenta, bordea la intimidación y el autoritarismo. Los más pusilánimes irrumpen en eventos para amedrentarlas haciendo uso de su nada deconstruida fuerza física por muy amanerados que sean. Está el caso reciente de Valentina Thelema, pero he visto situaciones similares en algunos ballrooms, templos del género fluido, aunque luego se les pone la vejiga como gelatina cuando un pelado del mismo vuelo les canta un tiro en la vida real.

Cuando hace algunos años sugerí que los homosexuales deberíamos hacernos cargo de nuestros propias luchas, deseos y defectos y dejar de entrometernos en causas ajenas para desde la distancia conciliar solidaridades que dignifiquen la diferencia, como el feminismo, me acusaron de promover un patriarcado cómodo, de normalizar el machismo pasivo. Me sermoneaban: para deconstruir la masculinidad tóxica habría que andar de metiches en temas feministas, respaldados con la única autoridad de la pose afeminada.

Mi postura, o machismo para muchos, sigue siendo el mismo, empático, pero alejado de lo que escapa a mi sensaciones y conciencia. Me tranquiliza. Efecto secundario de escuchar “Walk” de Pantera. Después de expectorar su consejo de superación personal, Anselmo remata: “mantente alejado de mí”. Algo que podríamos reconsiderar de eso. 

Twitter: @distorsiongay

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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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