“En realidad AMLO nunca habló de OSCs de VIH. El Presidente hizo una generalización a partir de los hallazgos en el tema de las estancias infantiles. Después dijo en sus conferencias mañaneras que había fundaciones de empresarios y de sectores de derecha que recibían millonarios recursos del gobierno para ser intermediarios ante la población; que eso se acababa. Sus palabras no llevan dedicatoria al VIH, pero el contralor de la SSA interpretó y ordenó detener la convocatoria del Censida”, me explica el periodista especializado en VIH, Luis Manuel Arellano.
Pero si desistimos a la ardiente coyuntura y la emoción drag, hace mucho tiempo que el mismo activismo gay mexicano no hablaba del VIH/sida con el ímpetu de los últimos días. Antes de las declaraciones y nuevos lineamientos de López Obrador sobre las organizaciones de la sociedad civil OSCs, la lucha gay seguía cómoda y pasiva frente a la igualdad heterosexualizada del matrimonio y su consumación tradicionalmente nuclear, derecho a la adopción y a la no discriminación en colegios católicos, más la voluntaria romantización de sus clichés a veces apreciados en el escurridizo terreno de los valores, como la contención tirando a lo asexual o la monogamia estética e inofensiva. En los días de incertidumbre sobre el futuro de la convocatoria de Censida para el financiamiento de OSCs especializadas en el tema, los primeros puestos del trending topic nacional lo ocupaban el anodino romance telenovelero de los descafeinados Aristemo. Así las prioridades gays. Desde luego no se pueden regatear triunfos, la legalidad del matrimonio igualitario en Nuevo León tras la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es loable, tomando en cuenta el gaseoso conservadurismo que se fermentan en sociedades como la regia y el resto del norte. Por otro lado, las nuevas generaciones, aquellas que crecieron paralelo a los vertiginosos avances en antiretrovirales, parecen concentrar su activismo en la deconstrucción del esquema binario del género, el patriarcado o la masculinidad tóxica mediante el uso de faldas inspiradas en la pomposidad de las princesas de Disney.
En las conferencias mañaneras se puso en duda la ética financiera de las OSCs en un agudo momento político en el que el peso moral de las ideologías no deja aire para la evidencia cotidiana. Pienso en las palabras que el director del suplemento Letra S, Alejandro Brito, dijo a La Jornada a propósito del tema: “Desde hace 13 años, las organizaciones civiles realizan acciones de prevención y detección de VIH/sida en poblaciones clave: hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores sexuales y usuarios de drogas, entre otras, donde está concentrada la epidemia. Han contado con financiamiento público que ahora podría suspenderse por la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de frenar la entrega de dinero a ONG”. ¿Cómo reconocer sus declaraciones cuando todo lo que tenga ver con administraciones pasadas se invalida bajo el argumento del derroche y la corrupción? Y que lamentablemente no podemos hacernos pendejos negándolo, incluso en el ámbito de las OSCs, aunque para Luis Manolo Arellano, este aspecto desvirtúa el tema: “Sin el trabajo comunitario y el respaldo financiero a las actividades de detección del VIH y la vinculación de las poblaciones con diagnóstico a los servicios de salud, definitivamente va a perderse el soporte ofrecido por las organizaciones. Para enfrentar al VIH son necesarias, al menos, dos condiciones: quitarle estigmas a la epidemia y acumular las experiencias exitosas. En este sentido es preocupante que se construya un nuevo estigma y se asocie con la corrupción a la sociedad civil con trabajo comunitario”, me dice Arellano, quien agrega que por ejemplo, en el caso de las OSCs relacionadas con los refugios de mujeres en situación de violencia, ante el reclamo de las organizaciones feministas, tuvieron que rectificar: “Yo estaría esperando también la rectificacion para el tema de la convocatoria del Censida”, agrega.
¿Y los reclamos del activismo gay?
Cuando el VIH volvió a irrumpir en el debate de los derechos gay agarró desprevenido al activismo que hasta hace poco tenía al virus en estado contemplativo con ligeros ecos al PReP. Será por eso que ante una temática empolvada –cuando su vigencia es tan pulsátil como el bombeo sanguíneo, pues Censida reporta que al menos 40% de las personas infectadas con VIH en México desconoce su estado serológico– recibió las declaraciones con precaución y silencio desarmado. Las propuestas de manifestaciones se sintieron retraídas. Puede ser que el activismo tenga desencuentros que resolver antes de consolidar un frente común. Al menos desde mi destierro inútil he visto cómo la narrativa de los activismos Lgbttti en México suelen accidentarse entre pasionales desacreditaciones, acusaciones sobre intereses pintados en colores partidistas, pleitazos de pelazo por la corona de la marcha del orgullo (con todo y la postulación de reinas de dudosa procedencia combativa y el fantasma del dinero alterando conciencias) y choque de egos generacionales. Algún día las fracturas iban a desatar efectos secundarios fuera de nuestro gueto rosa y puede ser que ese día haya llegado.
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