Al parecer, las víctimas de la moda más torturadas de San Francisco solo compran sus prendas en tiendas de segunda mano. Como Held Over: Una división de Retro City Fashions. Sobre la turística calle de Haight Ashbury. Sitio obligado para aquellos que quieren revivir la nostalgia del verano del amor de 1969. Held Over tiene cierta fama de reclutar solo prendas usadas con alma de ser únicas en su estilo. Pero si se observa con el desencanto que curte los sentimientos de los mortales que nacimos en el tercer mundo, muchas de las prendas de moda reciclada de Held Over se parecen a las pacas de los tianguis de Torreón. Como el que se pone a espaldas de la colonia La Fuente. Solo que no están acomodadas en orden bonito y cuestan 30 dólares menos en promedio. Vi a un chico desesperado por encontrar un abrigo post punk. Así. Con esas palabras. Sobre la palma de su mano llevaba abierta la aplicación Pinterest con una foto de John Lydon en sus primeros años al frente Public Image Ltd. Descolgaba el abrigo para compararlo con la foto del Pinterest. Después se fue a la sección de camisetas usadas y terminó llevándose una de Iron Maiden. Casi puedo asegurar que de todo el rack de camisetas de segunda mano, la mitad tenían impresos diseños de Iron Maiden.
Como las que portaba Belinda en una foto que liberó una aguada polarización en las redes sociales. Quienes la defendían y los rockeros que le reprochaban su banalidad de vestirse con los zombis satánicos de una banda que cuyos riffs eróticos son más bien ñoños. Siempre he desconfiado de la maldad de Iron Maiden. Por si no fuera suficiente que sus miembros sean capaces de pilotear su avión privado, cuando mi madre confesó que le gustaban algunas de las canciones de Iron Maiden, supe que su rock era santurrón. Como decía Gibby Haynes de los Buttholes Surfers: el rock debe ser algo que desquicie a tu madre.
Por Dios. Iron Maiden y Belinda son tan indisolubles como los huevos con longaniza. Su música está amparada en la espectacularidad de las consolas de cientos de canales y su purismo solo cobra sentido con la religiosidad de sus fanáticos. Ambos se cuidan el cabello con los mismos productos que huelen frutas y colágeno. Muy probablemente los metaleros tengan la melena más sedosa y brillante. Ambos explotan el capital de sus estereotipos tradicionales. El del macho rockero y la princesa pop, combinación de femme fatale y fresa malvada.
Las camisetas de las bandas o los géneros implican un posicionamiento político aun a cosa de su frivolidad y montaje involuntario. Dice Donna Gaines en su libro "Why the Ramones matter" que muchas de las personas que se ponen una camiseta de los Ramones sin haberlos escuchado nunca, genera una simpatía sin haber cruzado una palabra. O cuando Axl Rose salía a dar concierto con una camiseta con el rostro de Charles Manson, establecía una provocación que reforzaba la maldad que supuestamente es capaz de invocar el rock.
La parte más aburrida fue el progresismo de internet que pretende que todo fluya sin complejidades ni crueldades humanas en busca del algoritmo de la perfección humana. Los que escuchan de todo con el pecho inflado de superioridad celestial porque se han desecho de la esclavización de los gustos personales. Qué aburrido suena eso de la deconstrucción.
Wenceslao Bruciaga