
Comenzó el proceso para definir quién encabezará la Coordinación de la Defensa de la 4T en la Ciudad de México o, en otras palabras, la eventual candidatura para su jefe o jefa de Gobierno.
La decisión importa más allá de los intereses de los capitalinos porque, como se sabe, gobernar la Ciudad de México es enfilarse para gobernar el país, como lo demuestra el presidente actual y la que, muy probablemente —por todo lo que dicen las encuestas—, sería la próxima presidenta de México.
En las encuestas de preferencias electorales, figuran, hasta ahora, dos punteros. Según la más reciente de Buendía & Márquez, a la pregunta “¿Quién prefiere que sea el candidato o candidata de Morena para jefe(a) de Gobierno de la Ciudad de México?”, 33% contestó que Omar García Harfuch y 20% optó por Clara Brugada. En el tercer lugar figura Hugo López-Gatell, con 12%.
Omar García Harfuch es un nombre relativamente reciente en el conocimiento de los militantes morenistas. En 2019 fue designado secretario de Seguridad Ciudadana del gobierno de Claudia Sheinbaum. Su puesto anterior fue el de comisionado de la Agencia de Investigación Criminal en la PGR del sexenio de Enrique Peña Nieto. Su labor al frente de la SSC-CdMx fue notable: bajo su mando se redujeron 55% los delitos de alto impacto y 60% los homicidios dolosos. La percepción de la inseguridad —ese indicador que, una vez que sube, es difícil de bajar— decreció también significativamente según las encuestas del Inegi. Por si fuera poco, es un perfil alejado, al menos públicamente, de las cúpulas partidistas tradicionales, algo que le es redituable entre quienes consideran que la política es una moneda devaluada y que quien se presente como lo más ajeno a ella automáticamente se inviste de virtudes: hay un sector de nuestra sociedad que piensa que quien no es “político” es más honesto y es más eficiente.
El nombre de Clara Brugada, en cambio, es bien conocido por las bases obradoristas desde antaño, e indisociable de la imagen de quien se hizo “luchando en territorio”, como le dicen. Los orígenes de su actividad política se remontan a las organizaciones vecinales de San Miguel Teotongo, uno de los barrios más pobres de Iztapalapa, y el que condensa la mayor población de residentes oaxaqueños fuera de su estado. Militante del PRD y fundadora de Morena, Brugada tiene un perfil de izquierda indiscutible. Como alcaldesa de Iztapalapa desde 2018 hasta hace unos días, concentró su gestión en acercar a la gente la posibilidad material de ejercer sus derechos, esos que suelen quedarse solo en el papel.
Construyó, así, 12 enormes lugares llamados Utopías, donde se puede encontrar desde esparcimiento (aquí un parque de dinosaurios, allá un acuario digital); donde se puede practicar un deporte (con albercas olímpicas y semiolímpicas, una pista de hielo permanente, una pista BMX para acrobacias ciclistas); donde se pueden recibir cuidados (lavandería gratuita, spa, comida recién hecha, cuidado de adultos mayores) y donde las mujeres pueden recibir acompañamiento legal y psicológico en caso de sufrir violencia. Las Utopías son esto y muchas otras cosas pero, sobre todo, son gratuitas. No son la única acción exitosa de gobierno de la ex alcaldesa, pero sí quizá la más emblemática.
Los resultados del gobierno de Clara Brugada muestran su compromiso irreductible con el principio más fundamental del obradorismo (Primero los pobres), pero engarzado con aquel lema de las mujeres sindicalistas de principios del siglo XX en Estados Unidos: “Queremos pan, pero también queremos rosas”.
Comparando, por un lado, los dos perfiles —uno políticamente etéreo y otra decididamente de izquierda popular— y, por otro, las tendencias estadísticas, el obradorismo en la Ciudad de México se enfrenta a la ya frecuente disyuntiva de tener que decidir entre lo pragmático y lo programático. En otras palabras: tiene que decidir si apoya a Omar García Harfuch que, aunque no representa abiertamente los valores del obradorismo, tiene un buen grado de aceptación entre la población general, o si apoya a una ex alcaldesa que hizo realidad los ideales más preciados de la lucha social pero que corre el riesgo de no ser bien recibida —en parte por su origen popular, en parte simplemente por desconocimiento— entre esos sectores que llamamos “clase media”.
Detrás de la decisión está, por supuesto, el fantasma de haber perdido nueve alcaldías en la elección intermedia de 2021 y la premisa implícita de que lo importante no es ganar elecciones, sino implementar un proyecto, pero que para tener posibilidad de lo segundo es necesario lo primero.
La decisión no será fácil. Habrá que considerar, sin embargo, otras dos cifras que nos trae la encuesta de Buendía & Márquez: en la pregunta de reconocimiento de nombre, Omar García Harfuch se lleva 60% y Clara Brugada 54%. El resto de los perfiles ponderados se llevan un porcentaje mucho mayor, pero sus altísimos negativos los hacen francamente inviables. Y también hay que tomar en cuenta que la intención de voto por Morena en la Ciudad de México es de 47% (bruto) frente a 17% del PAN. Parece, entonces, que no hace falta congraciarse con un sector que probablemente no votaría por Morena bajo ninguna circunstancia y en cambio sí hace falta dar a conocer más entre la población general cómo gobernó Iztapalapa Clara Brugada. Más que temor, el obradorismo necesita convencimiento.