Terminamos abril con un recuento histórico de hechos que violentan a la mujer y siembran hasta en los más crédulos un cúmulo de dudas.
Lo terminamos cayendo en una espiral y girando sobre la misma idea una y otra vez; en Nuevo León no estamos atendiendo bien este fenómeno lacerante hacia el género femenino.
Aun y cuando se acostumbra pensar que todo es blanco o negro, bueno o malo, todo o nada; esa dicotomía no aplica en todos los casos, porque lo que la gente espera como verdad también
tiene tonos de gris.
Han pasado tantos días, se han escrito y difundido tantas versiones, unas absurdas y otras dignas de una novela de Arthur Conan Doyle o Edgar Allan Poe, que el efecto es fácil de pronosticar: ninguna verdad será agradable.
El pronóstico de este servidor va más allá de una negación, más allá de un deseo o incluso de un conocimiento a fondo de la ley. Se refiere específicamente a la conducta de nuestra sociedad actual ante fenómenos de interés masivo.
Sobre “la verdad” se ha escrito mucho, la sola definición ha sido toda una tarea a lo largo del tiempo para pensadores y filósofos.
Hay quien cree que las autoridades ya tardaron mucho en decir la verdad sobre la muerte y desaparición de mujeres; alguna vez un historiador romano escribió que “la verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre”. Hay procesos que requieren tal cuidado.
Además del factor tiempo, hoy parece que la reconstrucción de hechos debe ser el doble de cuidadosa, porque el uso del lenguaje y la revelación de algunos datos lastiman o “revictimizan”, por usar el término adoptado actualmente.
Así, en estos tiempos y ante fenómenos como éste, es imposible dar por sentado que “la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”, la conocida verdad de Machado. A como van las cosas y ante la imposibilidad de convencer sin el riesgo de por medio, nadie quedará satisfecho; al menos no los ciudadanos que a diario son acribillados por historias distorsionadas.
Lo genuino es la causa, la molestia creciente de los colectivos porque no encuentran las respuestas y sus demandas no tienen el efecto esperado. Pero deberá de revelarse lo ocurrido.
La peor verdad solo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y, al final, un disgusto grande.
Víctor Martínez