El domingo se dio por fin una buena noticia en cuanto a la crisis del agua que padece Nuevo León. Se trata del Plan Maestro con el que se promete garantizar agua para todos en el próximo medio siglo.
El costo: 25 mil millones de pesos; alto, pero necesario para proyectos a largo y mediano plazo.
Qué bueno, porque el plan ha sido criticado por parecerse mucho al plan hídrico que presentó Jaime Rodríguez después de haber tirado a la basura el Monterrey VI, por su afán destructivo y de venganza política. Genuino, original o no, a la gente le da lo mismo, por dos motivos principales.
El primero, que en este tema todos saben qué hay que hacer; y el segundo, porque mientras la gente sigue haciendo el sacrificio diario con los cortes de agua, sigue esperando otras acciones.
Ahora ya no es uno, sino dos los programas de reducción de presión del agua en el estado, y al menos hasta agosto así será.
El plan de cortes, porque eso es, aunque el término no guste, ha dado muestras de desorganización y ha sido un martirio, un calvario para colonias de muchos sectores.
Familias que no han encontrado incluso el apoyo de sus alcaldes con envío de pipas u otras acciones, porque no les ha llegado la empatía suficiente.
“Los alcaldes se hacen locos” , dijo el domingo el gobernador Samuel García; “se esconden, solo salen al aplauso”, agregó.
Es cierto también que son pocas las empresas que están aportando pozos someros y profundos; Samuel solo mencionó dos grandes y pidió más compromiso.
Es la primera vez que el gobernador critica a los alcaldes, con quienes prometió trabajar en conjunto, y qué decir de las empresas.
Lo que falta es unir la acción a la palabra, porque si a las palabras se las lleva el viento, en el agua se hunden como un pañuelo.
Víctor Martínez Lucio