Dentro de un mes estaremos ya inmersos en lo que llaman “el año electoral”; ese periodo que abarca del 7 de octubre hasta el 31 de diciembre de 2021 con la entrada de las nuevas administraciones.
Si usted está familiarizado con la materia, sabrá que son 30 elecciones locales las que concurren; más la del Congreso Federal; lo que representa 21 mil cargos en disputa.
Dentro de unos meses, el 6 de junio, estarán llamados a la urnas 94 millones de ciudadanos inscritos en el INE, y en lo que a Nuevo León se refiere, estará en juego la gubernatura del estado.
Ésta no solo es la más importante, también es diferente a las anteriores, primero porque iniciará en medio de una pandemia que obligará a los partidos y candidatos a ingeniársela para llegar a la mayor cantidad de personas sin hacer eventos masivos.
Incluso en las casillas será implementado un protocolo sanitario con un costo cercano a los 380 millones de pesos que no estaba contemplado hasta hace poco.
En los últimos años, el reto de convencer a los electores consistía en prometer subsanar las necesidades más básicas, prometer acabar con la corrupción y mejorar la seguridad. Salvo contadas excepciones, en buena parte del territorio eso servía para endulzar el oído de los potenciales votantes. La clave era acercarse al ciudadano y decirle que eres diferente y que incluso, al igual que él, te sentías engañado, tan defraudado que deseabas meter a la cárcel al que robó y sobre todo quitarle el producto de la corrupción.
Eso y deslindarse de los partidos o de los malos gobernantes emanados de ellos, volviéndote independiente, parecían la fórmula perfecta. A muchos les funcionó.
Pero ahora no bastará con denostar al de enfrente apostándole al repudio. Esta vez, señores aspirantes, el dolor es en el bolsillo. Una gran mayoría de los votantes ha visto morir su proyecto de vida, otros han perdido el empleo.
El que sepa la fórmula para enfrentar “la otra crisis”, irá un paso adelante.
Lo seguiremos platicando.
