Política

El 2020 y el futuro que nos alcanzó

Cuando muchos de nosotros éramos niños y en la televisión se transmitían las películas futuristas, se veía muy lejano hablar del año 2020.

Algunos de los filmes, exagerados sin duda, hablaban de una crisis mundial terrible para estas alturas, y otras más optimistas retrataban adelantos tecnológicos como parte de la vida cotidiana o doméstica.

El futuro nos alcanzó y, aunque podemos sorprendernos de la velocidad con que cambia hoy la forma en que vivimos y nos comunicamos, hay en nuestro presente costumbres tan arraigadas que no se las llevó el tiempo, y que el pasado las hizo casi reglas de vida para mucha gente.

Hoy ya somos adultos y es más fácil que veamos autos volar a que México sea un país libre de lastres. El principal: la corrupción.

Sí, ya estamos en 2020 y seguimos en un país donde la corrupción subsiste bajo el cobijo de la impunidad. Donde personajes campean sin menor cuidado o sonrojo, y hasta se erigen como líderes apostando a la corta memoria del pueblo.

Parecen los sucesores de Santa Anna, Iturbide o Porfirio Díaz; parecen seguir la “escuela” de Álvaro Obregón con aquello de que “nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos” o de Carlos Hank cuando dijo que “un político pobre es un pobre político”.

Mientras siguen escuchándose las frases de siempre “no habrá impunidad”, “se acabó la corrupción, nosotros somos distintos”, nuestra generación presente observa cómo un político actual se sacude la justicia y la vergüenza como se sacude la tierra de los zapatos.

La gente no se sorprende ahora cuando ve una líder magisterial como Elba Esther librar un gran juicio mediático a más no poder, y volver por sus fueros, después de cinco años en prisión.

No comprende tampoco, como Carlos Romero Deschamps sigue hasta nuestros días controlando al sindicato petrolero, a través de su nuevo líder.

Tenemos también a Rosario Robles, con un proceso en curso por desviar dinero público a empresas fantasma. Más de 7 mil millones de pesos con la llamada Estafa Maestra.

Le siguen los Moreira, Yarrington y Duarte.

Luego siguen los que se “caen para arriba”, porque al irse perciben ingresos que cualquier trabajador promedio moriría por ganar.

El más reciente ejemplo lo da Eduardo Medina Mora, quien dejó hace tres meses de ser ministro de la Suprema Corte, y cuyo retiro consta de 1 millón de pesos por cada uno de los dos primeros años; y del tercero en adelante, 863 mil pesos anuales.

A esta jugosa pensión se suman además un seguro de gastos médicos con cargo al erario, autos blindados para su uso personal, escoltas y hasta lentes.

Medina Mora se fue en medio de una investigación por transferencias millonarias desde Reino Unido y dejó truncado un periodo de 15 años, de los que solo completó cuatro años y seis meses.

¿Qué tiene que pasar para que la corrupción no sea parte de nuestro futuro? Me parece más fácil responder lo que no debe pasar si queremos que se acabe: dejar que la impunidad sea el común denominador.

Solo así podríamos imaginar que el futuro de los que vienen, será distinto.



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Víctor Martínez Lucio
  • Víctor Martínez Lucio
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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