¿Qué pensarán las familias de las personas que murieron durante la pandemia cuando ven que Hugo López-Gatell, el hombre al que muchos responsabilizan de la tragedia, ha sido nombrado representante de México ante la Organización Mundial de la Salud?
¿Qué sentirán al ver que quien fue señalado por negligencia, minimización y una gestión desastrosa ahora llevará la bandera del país ante los ojos del mundo?
¿Qué clase de broma cruel es esta? ¿Acaso es un nuevo intento de borrar la memoria colectiva?
Durante años, miles de voces exigieron transparencia, responsabilidad y respeto por las víctimas. Pero hoy, con este nombramiento, el gobierno federal le da la espalda a esas exigencias. Es como si todo el dolor, la incertidumbre y la rabia que dejó la pandemia quedaran archivados en el rincón del olvido.
El tema no es solo López-Gatell. El tema es lo que representa. Es la normalización del olvido, la facilidad con la que se pueden reciclar funcionarios y empaquetarlos como si nada hubiera pasado.
Y quizá, más que un acto de insensibilidad, sea otro intento deliberado de desviar la conversación, una caja china perfecta para que dejemos de mirar los escándalos financieros, las intervenciones bancarias y las deudas estatales que siguen creciendo sin explicación clara.
Este sexenio —y el pasado— arrastran el mismo lastre: un sector salud hecho pedazos, recortes presupuestales disfrazados de eficiencia y prioridades gubernamentales que desangran hospitales mientras inflan el gasto en propaganda.
El sistema de salud nada tiene que ver con la promesa hecha para sentar las bases como una atención médica como Dinamarca, el país que servía de espejo a las autoridades de la cuatroté.
El sistema de salud en México está muy lejos de aquella promesa de convertirlo en uno similar al de Dinamarca, el país que las autoridades de la Cuarta Transformación usaron como espejo y bandera, pero que hoy parece más una burla que un objetivo.
México no ha resuelto sus problemas de salud pública y, lo que es peor, pareciera que ya ni siquiera se siente obligado a intentarlo.
Hoy, con este nombramiento, México ha enterrado la dignidad.
Urge que como sociedad no perdamos la memoria.
Lo que pasó en la pandemia y lo que sigue ocurriendo en el sector salud no son accidentes: son el reflejo de un sistema que nos sigue fallando, y que solo cambia de rostro, no de fondo.