Si bien la educación en México está garantizada en la Constitución, para miles de padres de familia el regreso a clases se ha convertido en una verdadera epopeya: útiles, uniformes, transporte, alimentación y las "cuotas voluntarias" que no existen pero se cobran, golpean duramente el bolsillo. Y eso, hablando solo de la educación básica.
Según datos recientes del INEGI, un porcentaje significativo de estudiantes (más del 8.9% en algunas mediciones) abandona la escuela por falta de dinero o la necesidad de trabajar. La necesidad de contribuir a los ingresos familiares lleva a muchos jóvenes a dejar sus estudios para incorporarse al mercado laboral. Se estima que en 2020, alrededor del 8.9% de los jóvenes entre 15 y 17 años abandonó la escuela con este fin.
Además, otros factores complican el acceso o la continuidad en los estudios. A pesar de las cifras recientes, el impacto de la pobreza sigue causando estragos en la intención de estudiar, pues existe una relación directa entre los ingresos del hogar y la asistencia escolar. Los jóvenes de los hogares de más bajos ingresos tienen tasas de asistencia significativamente menores.
También es común que un sector de la niñez o la juventud simplemente "no encuentre la escuela atractiva" o no le guste estudiar. Dentro del seno familiar, la falta de apoyo o acompañamiento de los padres en el proceso educativo es una causa relevante de deserción.
Aunque son solo algunos ejemplos, representan indicadores clave de las dificultades que enfrentan los padres de familia para que sus hijos puedan salir adelante y alcanzar una preparación académica. En medio de carencias, sacrificios y cuentas que no siempre cuadran, los padres siguen siendo los verdaderos héroes silenciosos del regreso a clases, cuyas historias nunca aparecen en los libros.
Ajustan presupuestos, trabajan horas extras, renuncian a sus propios gustos y aun así buscan que a sus hijos no les falte un cuaderno, un uniforme o un desayuno. La educación puede ser un derecho en papel, pero en la vida real se sostiene en el esfuerzo cotidiano de millones de familias que, contra todo pronóstico, apuestan por el futuro de sus hijos, esperando que ellos respondan por su propio bienestar.