“Quien quiera enseñarnos la verdad, que no nos la diga. Que nos sitúe de tal modo que la podamos descubrir nosotros mismos”. José Ortega y Gasset.
Éstas y otras máximas filosóficas son contribuciones que, tal vez el gran destacado estudioso de la filosofía y sus relaciones con la cultura, las letras, la política, la religión, la sociedad y sus gobiernos así como el valorar, proponer y ponderar la unión del continente europeo como la gran alternativa geográfico-histórica en el ámbito contemporáneo, lo perfilan y sitúan como el principal y máximo filósofo-pensador de Iberoamérica.
Publicada en 1930, la obra quizá más conocida del madrileño -nacido el 9 de mayo de 1883 y fallecido en 1955- fue La Rebelión de Las Masas, que se inscribió entre otros hechos en la posguerra del 14, la decadencia del imperio español y el debate que tuvo con el vasco Miguel de Unamuno (tres veces rector de la universidad de Salamanca) y la crítica que hacía don José a la dominancia del hombre-masa sobre la democracia española, convirtiéndose en su principal enemigo y causante de esa decadencia y deterioro de la vida y el actuar del pueblo español, sin cauce y sin sentido.
El retomar el pensamiento y obra de Ortega y Gasset, para la situación política y social que vive y experimenta nuestra entidad y nuestra nación, considero que es de coyuntura y de aplicación válidas. Sobre todo, su propuesta de reconstrucción de la sociedad española desde el eje y cimiento principal de La Cultura, ya que Ortega y Gasset, influenciado por el grupo de intelectuales de la llamada Generación del 98: Joaquín Costa, Ginér de los Ríos, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín y Antonio Machado, se dieron a la tarea de impulsar y reconstruir la decadencia española desde ese ámbito y panorama cultural que, concluyeron indispensable y que yo, igualmente, así lo considero para nuestra lucha e intento de recuperación para nuestro país y su unión, paz, desarrollo, libertad, justicia, progreso y bienestar.
“La Cultura, menciona José Ortega y Gasset, debía ser el acto creador de sentido, de unidad, de conexión. El acto cultural por excelencia debía ser aquel por el que se extrae el sentido o el espíritu de la vida espontánea o inmediata. Lo que solía llamarse habitualmente cultura (la moral, la ciencia, el arte, el derecho, etcétera.) Era fruto de originarios actos individuales, privados, cercanos. Comenzó como vida individual, con cosas inmediatas, desde la circunstancia cercana a personas concretas,” (Ortega y Gasset. El triunfo de la masa sobre el individuo es una amenaza para la democracia. Aprender a pensar. Editec-RBA).
Y, quizá, otra de sus máximas que nos compartió y sigue vigente: “Yo soy Yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. (Ortega, G.J. Meditaciones del Quijote, Madrid, 1914)…
Vctor Bacre