Hace 691 días la vida en el mundo cambió para todos esta noticia: “La OMS declara al coronavirus una emergencia sanitaria mundial” y nada ha vuelto a la normalidad que conocíamos, el anuncio se dio cuando se habían confirmado casi 10 mil casos del virus en todo el mundo y más de 200 muertes.
Pareciera como si nuestras vidas antes de la pandemia estuvieran esperándonos a retomarlas junto con todos los proyectos y metas que teníamos pendientes, pero aunque esta pandemia de COVID-19 va a terminar, no será posible solo regresar a nuestras vidas normales. Esto puede sonar desalentador, pero no necesariamente debe ser así.
Durante el 2020 las diez principales causas de muerte, según el INEGI, fueron enfermedades del corazón, COVID-19, diabetes, tumores malignos, influenza/neumonía, enfermedades del hígado, enfermedades cerebrovasculares, agresiones (homicidios), accidentes y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
A raíz de esta crisis sanitaria, nos hemos vuelto más conscientes de nuestra salud como sociedad y como individuos. Quienes antes no sabían que tienen alguna enfermedad como hipertensión o diabetes, ahora lo saben y han tomado medidas para eliminar esos factores de riesgo. Los cambios van desde subir las escaleras en lugar de tomar el elevador o dar caminatas de al menos 30 minutos todos los días, hasta un control más serio de la mano de su médico usando un tratamiento farmacológico adicional.
De forma indirecta y como consecuencia de la situación que vivimos, se dio un cambio positivo en la salud pública de México porque un gran número de personas se acercaron a sus médicos generales y especialistas para tener presente su salud en las decisiones de todos los días. Quizá un número importante de personas consultaron a su médico por primera vez aún sin estar enfermas, lo que lleva al objetivo más grande que tiene la salud mundial: promover y practicar la medicina preventiva.
Por supuesto que no todo es positivo, la pandemia también evidenció un sistema de salud insuficiente con claras fallas en cuanto a capacidad de atención en todos los niveles. Aquellos pacientes que estaban en seguimiento por alguna enfermedad no relacionada a SARS-CoV-2 fue puesta en espera y, desafortunadamente, muchos de ellos murieron esperando tratamiento y seguimiento. Ahora, aquellos que sobrevivieron a la pausa de las instituciones públicas de salud, deben volver a su dependencia correspondiente para atender las consecuencias de retrasar tanto tiempo su atención médica, es importante tener en mente que muchas de éstas serán permanentes y cambiarán su modo de vivir, al mismo tiempo que será un costo mucho mayor para el presupuesto en salud, ya que estas secuelas tienen un mayor costo económico y de infraestructura para los hospitales públicos.
Aunque aún la información es incierta, existe una posibilidad de que al volver a nuestras vidas pre-pandemia, no solo recibamos la vacuna anual contra la influenza, sino que recibamos también un refuerzo contra COVID-19. Existe evidencia científica suficiente para pensar que tal vez influenza y COVID-19 sean enfermedades estacionales que tengan un pico durante el invierno.
Afortunadamente, ahora existen en el mundo diferentes vacunas que disminuyen nuestra probabilidad de tener un cuadro grave o de morir en caso de contraer COVID-19. Aunque sea muy variada la información y porcentajes de efectividad, es importante entender que todas las vacunas autorizadas y validadas por cuerpos internacionales de salud son efectivas para protegernos. La mejor estrategia que podemos tener es vacunar a todas las personas que sean candidatas a recibirla, aumentar la disponibilidad para quienes aún no la reciben y prepararnos para aplicar refuerzos a los pacientes que cuentan con un esquema completo.
Víctor Andrade Carmona*
* El autor es médico investigador del movimiento Ciencia Previene Violencia, una iniciativa del Instituto de Salud Pública Anáhuac, Universidad Anáhuac México.