La violencia homicida en México ha aumentado de forma constante cada año desde 2007. Según las cifras del reporte global más reciente de la ONU, México ocupa el puesto 19 en la lista de países con mayor tasa de homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes. Pero no siempre ha sido así. En 2007 se registró la tasa de homicidios más baja en la historia reciente, 8 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Según datos preliminares del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2019, el número de personas asesinadas fue más de cuatro veces mayor que en 2007 y para el año 2020 la tasa podría alcanzar los 34 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Arturo Cervantes Trejo, fundador y catedrático del Instituto de Salud Pública Anáhuac, de la Universidad Anáhuac México, ha sido pionero en promover que se trate la violencia como un problema de salud pública. Lamentablemente, a oídos sordos de nuestras autoridades. Desde hace 20 años, en un estudio para la Secretaría de Salud, explica cómo, para abatir este problema, se requiere un abordaje científico. Nos dice: “La violencia, por el número de víctimas y la magnitud de las secuelas que produce, ha adquirido un carácter epidémico y se ha convertido en un problema prioritario de salud pública”. “Los daños que no resultan en muerte, causados por la violencia, ocasionan daños físicos y trastornos psicológicos que dañan a nivel individual, familiar y social y perduran por generaciones”.
En noviembre de 2013 expertos globales convocados por el doctor Cervantes a cargo del CONAPRA, participaron en la Semana de Prevención de Violencia desde la Salud Pública (SEPREV) y la Sexta Reunión de Hitos, de la Campaña Global de Prevención de Violencia. Mucho se habló sobre cómo combatir la epidemia más grave que azota al país. Lamentablemente, se les ha ignorado.
Tal como se predijo, las estrategias actuales, incluidas la Guardia Nacional, no han dado resultados tangibles y probablemente no los darán. Los estados con las tasas de homicidio más altas son Colima en el oeste, Baja California y Chihuahua en el norte y Guerrero, según el INEGI. Gran parte de la violencia se concentra en los puntos críticos del crimen donde los carteles están activos y pelean por el territorio.
Pero se requiere, dice Cervantes, ver y tratar la violencia como una enfermedad contagiosa y mortal, y todo empieza por la vigilancia epidemiológica. Desde siempre, ha habido en México discrepancia en las cifras oficiales de muertes violentas presentadas por las autoridades correspondientes. Esto ha resultado en ser un obstáculo por la falta de la comprensión integral del fenómeno, que viene desde las entrañas del manejo de los datos a nivel nacional. El Instituto Nacional de Estadística utiliza informes forenses que incluyen muertes sospechosas de homicidios. El Sistema Nacional de Seguridad Pública utiliza solo los que se determina que han sido homicidios una vez concluida la investigación.
La mejor forma de integrar las cifras de violencia en el país, para representarlas de forma adecuada y congruente, es a través de un Sistema de Vigilancia Epidemiológica; una herramienta metodológica que debe proporcionar información confiable y oportuna sobre la prevalencia, incidencia y ubicación de este tipo de daños a la salud, así como de los efectos de las acciones de prevención, atención y rehabilitación.
Nuestro movimiento, Ciencia Previene Violencia, ofrece propuestas validadas por expertos globales en la materia. El llamado que hicimos hace 20 años se mantiene vigente y es aún más relevante hoy: “La violencia es un problema de salud pública, tiene un origen multicausal y ocurre en múltiples formas, y requiere un enfoque científico y multidisciplinar para curarla”. La violencia no se cura con acciones aisladas u ocurrencias, ni con una Guardia Nacional. La violencia se cura con ciencia. Aunque su sanción y control corresponden a las instituciones de procuración y administración de justicia, su combate es como el de cualquier otra enfermedad, y, por tanto, debe involucrar directamente a las instituciones de salud.
Es una lástima que, mientras México se acostumbra a la violencia, hayan pasado 20 años en donde nadie voltea hacia la ciencia ni a los expertos mexicanos, siendo que existe el sustento científico para resolver el más grave y preocupante problema nacional. _
*El autor es médico investigador del movimiento Ciencia Previene Violencia, una iniciativa del Instituto de Salud Pública Anáhuac
Víctor Andrade Carmona