México es hoy la economía número 14 del mundo en términos de su producto interno bruto (PIB), con una población de 126 millones de habitantes, resultado del rápido crecimiento demográfico experimentado durante la segunda mitad del siglo pasado, lo que nos posiciona como el onceavo país más poblado del planeta. De esta forma, México es un país de renta media que ocupa una posición envidiable, sin embargo, enfrenta serios problemas relacionados con la distribución de la renta que provocan por una parte, una gran concentración de riqueza en unas cuantas manos y por otra que poco más de la mitad de la población viva en condiciones de pobreza. Estas grandes desigualdades de ingreso se ven acentuadas por la debilidad del Estado mexicano en proveer infraestructuras y servicios públicos de calidad como seguridad, educación y salud.
Actualmente la salud se concibe como un derecho social equiparable a la educación, por lo que las políticas de salud en México se caracterizan por promover principios de equidad, cobertura universal, gratuidad y eficiencia. Sin embargo, la estructura actual del Sistema de Salud en México no garantiza el acceso a la salud y a servicios de calidad para todos y genera una serie de inequidades y rezagos provocados por la falta de coordinación entre los distintos niveles de atención y la duplicidad de servicios, lo que genera la consecuente pérdida de continuidad en la atención, producto de la falta de un modelo de salud centrado en la enfermedad y en la prestación de servicios hospitalarios.
Así, el sistema de salud en México se encuentra fragmentado y segmentado. La fragmentación es generada por la coexistencia de diferentes unidades no integradas del sistema de salud. La fragmentación se da a partir de un esquema multiinstitucional compuesto por un conjunto de instituciones que ofertan servicios de salud en forma desarticulada y que atienden de forma desigual a distintos estratos socioeconómicos de la población, mientras que la segmentación no es más que la coexistencia de subsistemas con esquemas de financiamiento mixtos (público-privado), compartimentados y que cubren distintos segmentos de población en función de su capacidad de pago.
La fragmentación presenta contrastes visibles debidos por una parte a la distinción entre instituciones del sector público y privado, y por otra a la división entre la población que trabaja en el sector formal que cuenta con prestaciones y la población abierta que carece de seguridad social. Así, México requiere de un sistema de salud funcional donde el acceso esté determinado por las necesidades de salud de las personas y no por su capacidad de pago, donde como en países desarrollados, el acceso a los servicios de salud este asociado a la ciudadanía y no a sus ingresos. Si bien durante el régimen neoliberal se incentivó el surgimiento de servicios de salud financiados directamente por las personas y gestionados a través de particulares, lo que impulsó la idea de que la salud es un servicio que debe ser adquirido en el mercado y que debe ser regulado por el mismo mercado, la llegada de emergencias sanitarias como el covid-19, además del incremento continuado de enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares, tumores malignos e hipertensión dejan en claro la importancia de contar con un sistema universal de salud.
Se espera que la población de México alcance los 160 millones de habitantes al año 2050 antes de estabilizarse y comenzar a decrecer, lo que implica desde luego mayores presiones, sobre el sistema de salud y si bien es importante dar prioridad a la cobertura y atención se deben tomar, también, acciones encaminadas a la prevención de enfermedades, debido a que la construcción de un sistema de salud con cobertura universal, financiado y gestionado por el Estado, se basa en un principio básico de solidaridad y confianza, lo que implica el uso racional de los servicios por parte de los beneficiarios, y la contención de gastos, lo que permite la existencia de una cartera de servicios “suficiente” que admita elevar los indicadores de salud del país.
Gerardo Núñez Medina