Al hablar de comunicación de la ciencia, el primer objetivo que viene a la mente es hacer consciente a las personas sobre su importancia e impacto en su vida y entorno.
Sin embargo, esto representa solo el principio de una larga travesía para el cambio de comportamiento hacia y para la misma ciencia; es decir, saber y conocer no es suficiente para actuar con base a las premisas científicas que existen en la actualidad.
La divulgación, el periodismo y los audiovisuales hasta ahora han tenido como máximo alcance la generación de conciencia y conocimiento sobre la ciencia.
Desde luego que es fundamental que una persona conozca qué es el cambio climático, qué compone a una vacuna, cuál es el proceso para detectar el cáncer o cómo ha sido la construcción de la última nave espacial.
No obstante, también es necesario que el estudio de la comunicación de la ciencia se encamine al cambio de comportamiento. Para alcanzar esto, el enfoque de la Mercadotecnia Social puede ser de bastante ayuda.
Y es que el National Social Marketing Centre de Reino Unido indica que el conocimiento y la conciencia no son suficientes para medir resultados.
Por ejemplo, que una persona asista a una exposición en un museo de temas científicos, busque información sobre las innovaciones tecnológicas o bien aplique lo desarrollado en los artículos científicos en su vida cotidiana.
Pero ¿esto por qué sucede? La respuesta es sencilla, los seres humanos no somos racionales, lo cual genera una necesidad de considerar un enfoque basado en el comportamiento y en las motivaciones para generarlo y sobre todo medirlo.
Desde el enfoque de la Mercadotecnia Social, la comunicación de la ciencia debería practicarse a través de tres elementos básicos: identificar qué beneficios pueden percibir los públicos, qué tan fácil resulta emplear los conocimientos y qué tan popular puede llegar a ser ese conocimiento entre los miembros del sistema social.
Por tanto, resulta imprescindible hacer que la ciencia sea divertida, fácil y popular, tal y como lo hacen las marcas comerciales de refresco.
Igualmente, abordar la comunicación de la ciencia como un concepto que se aplica para toda la sociedad resulta bastante amplio, por esta razón, la visión de una segmentación clara y la definición de los públicos a los que irá dirigida la comunicación es una premisa que debe ser recordada por las instituciones, gobiernos y centros educativos que se dediquen a comunicar la ciencia.
Conocer las características, estilos de vida, creencias de un público, permite que los mensajes sean más efectivos al integrar significados que permitan mayor identificación y recordación.
Si bien, siempre existirán barreras para alcanzar el cambio de comportamiento, es preciso siempre enfatizar los beneficios que podrán recibir los públicos de adquirir y aplicar el conocimiento científico en su vida cotidiana.
Y aquí es donde está el verdadero reto de la comunicación de la ciencia. Medir su aplicación en la vida cotidiana, con problemas del día a día, los cuales pueden ser desde medir la temperatura del agua para saber si ya está en un punto de ebullición que permita disolver un té o evitar una quemadura de tercer grado.
Así que el reto continúa para ir más allá de la conciencia sobre la ciencia.
Lourdes Mateos Espejel