“Una cosa no es justa por el hecho de ser Ley. Debe ser Ley porque es justa” frase acuñada por el filósofo, escritor y precursor de la sociología Montesquieu.
El derecho a la cultura científica, más que entenderse como un ejercicio de acercamiento al conocimiento, se tiene que apropiar desde su naturaleza jurídica. En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el artículo 4 menciona que “…toda persona tiene derecho a la cultura, a la creación cultural, a participar en la vida cultural, a gozar los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones…”.
Partiendo de esto, el día de hoy, en el Simposio Internacional de Comunicación Pública de la Ciencia y Tecnología, llevado a cabo en el Estado de Zacatecas, se habla sobre nuevas voces en la divulgación, haciendo hincapié en la importancia de 3 aspectos: la profesionalización, la rigurosidad, y el trabajo en equipo.
En ese sentido, considero que se deben generar experiencias divulgativas con palabras accesibles y perspectivas interdisciplinarias, bajo una estructura discursiva pragmática, apelativa y desencadenante, con el fin de ampliar la cultura científica, buscando provocar que en la persona participante se generen preguntas por convicción y no por obligación, que lo escuchado se vuelva tema de conversación y que, al final, se quiera repetir la experiencia. Pero todo esto se vuelve una tarea sumamente complicada cuando se carece de una voluntad política que permita la dignificación del trabajo de las personas dedicadas a hacer divulgación científica.
Sin embargo, a pesar de que el gozar de los beneficios de la ciencia está plasmado como un derecho, en la práctica no se lleva a cabo como debería, en comparación con otros derechos. Y es que la persona que hace divulgación de la ciencia se encuentra en un limbo legal de beneficios, así como otras muchas profesiones. No obstante, a veces se hace gala de los productos que se generan y del impacto que tienen en términos de números en eventos masivos, sin mencionar que muchas de estas personas lo hacen de manera voluntaria, siendo profesionales en un campo disciplinar específico y necesario. Celebramos lo esfuerzos de todas aquellas personas que día con día ven a la divulgación de la ciencia como una actitud ante la vida, que analizan, estructuran, desarrollan y evalúan sus prácticas divulgativas, entendiendo que, tal como se mencionó en este magno evento de comunicación de la ciencia, es una labor compleja que vas más allá de la idea reduccionista de hacerla por obtener puntos para el Sistema Nacional de Investigadores, por obligación institucional o de manera amateur por hobby.
Considero que México y Puebla están en un momento político en donde las múltiples y diversas voces de la ciudadanía, quienes pagan impuestos para que se realice investigación y se den a conocer los resultados de la misma, manifiesten su derecho al acceso a la cultura científica.
Lo anterior, reconociendo que esta disciplina propicia la mejora de la calidad de vida de las personas, en el entendido que ayuda a no caer en fallos lógicos, como las curas milagrosas o la astrología, entre otras muchas formas de manipulación gestadas a partir de sesgos cognitivos, falacias y la desinformación. La invitación es pensar de manera informada sobre el rumbo que deseamos tenga nuestro Estado y país en materia de Ciencia y Tecnología. Parafraseando a Montesquieu, no se trata de gozar de la cultura científica porque sea una Ley, sino que la Ley asegure que el acceso a la cultura científica se lleve a cabo como una práctica cotidiana, como un acto de justicia social.
Héctor Alejandro Osorio Romero