Política

Morir es un alivio

El libro Morir es un alivio, escrito por Karina García Reyes, no solo me quitó el sueño, sino me abrió otra perspectiva sobre “los malitos”. Desde que iniciamos la guerra contra el narco, liderada por Felipe Calderón, hemos ido fortaleciendo el discurso de odio hacia las personas que se dedican al narcotráfico y sembrado una apatía total hacia ellos.

El estudio hecho con el rigor académico, que al final terminó en libro para que todos pudiéramos tener acceso a las 12 historias de ex sicarios que se plasman, en ningún momento justifica lo hecho por ellos o el sufrimiento causado a otros. Pero sí nos lleva a ver su infancia y por qué decidieron entrarle, siendo ellos también víctimas del sistema y actores secundarios. Los verdaderos protagonistas son quienes quieren perpetuar el negocio de las drogas, que son más poderosos y manejan el negocio de los consumidores.

Pensaría que pocos de los lectores pudiéramos identificarnos con alguna experiencia que vivieron Ruperto, Lalo, Arturo y miles de chavos que entran a trabajar al crimen organizado. Todos coinciden con niveles de pobreza, hambre, violencia crónica, abuso infantil, adicciones en casa, familias disfuncionales y pandillas. En conclusión un panorama donde no existe la esperanza, oportunidades, ni futuro.

“Nadie quiere hablar con nosotros”, por eso quisieron contar sus historias desde centros de rehabilitación. Al conocer lo que vivieron, podemos entender por qué no sienten nada al matar o secuestrar. No experimentaron en su infancia cuidado, ni cariño, se deshumanizaron. Y cuando pisaron la cárcel o el ejército aprendieron a ser más violentos, más crueles. Casi todos crecieron con odio y con ganas de vengar a su padre. Ninguno menciona al gobierno como culpable, hasta en eso triunfó el discurso de apatía. Parece que no son mexicanos, que no nos corresponde el también sacarlos adelante, antes de que caigan en el narco.

Involucrarse en el narcotráfico representó una opción atractiva porque creyeron que no tenían nada que perder y ven la muerte como una liberación del sufrimiento. Su vida los hizo creer que su existencia es desechable, por eso son fácilmente reclutados.

Sí hay salida, sí hay solución, aunque parezca imposible. Todo apunta a la prevención, prevenir que vivan en esas circunstancias, donde el Estado y la sociedad converjamos con una visión al ras de la tierra. Donde con valentía y empatía un grupo interdisciplinario, no solo con los políticos, le entremos. Los centros de rehabilitación y el trabajo con las pandillas sí funcionan. Necesitamos voltear a verlos, ellos también son mexicanos.


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Valeria Guerra
  • Valeria Guerra
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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