México canta y exige narcocorridos, mientras tenemos más de 125 mil desaparecidos en el país y 82 asesinatos al día, según las cifras oficiales del 2024. Nos sorprendemos porque en Guadalajara en pleno concierto se proyectaron imágenes del líder del cártel Jalisco Nueva Generación y solo 10 días después el público destruyó el escenario porque el cantante Luis R. Conriquez anunció que no cantaría sus canciones sobre criminales. Vivimos en una contradicción, mientras la narcocultura cada vez se penetra más en nuestra sociedad.
México canta corridos tumbados en todas las clases sociales, mientras Gustavo Hernández suplica a la secretaria de Gobernación que le regresen aunque sea un huesito de su hijo desaparecido para darle cristiana sepultura. El video se hizo viral, por mostrar de la manera más cruda el dolor de los padres: súplica, esperanza, paciencia y desesperación.
Vivimos en un México inmerso en las secuelas de la inseguridad, que han penetrado todos los ámbitos, incluyendo la música, que históricamente ha sido un vehículo para transmitir lo que están sintiendo las personas. Si lo que ven desde chicos es violencia, muerte, drogas, desapariciones, injusticias, impunidad, los malos siendo admirados por tener dinero fácil, mujeres y poder, ¿de qué van a cantar?
México canta lo que ve y vive. No es que el arte se vuelva promotor de la violencia, sino que es el resultado de ella. Los artistas generalmente cuestionan lo que nadie se atreve a decir y son subversivos por naturaleza. Expresan lo que quieren gritar todos, pero solo ellos se atreven.
Algunos quisiéramos que Natanael Cano o Peso Pluma dejaran de cantar narcocorridos, pero hay más de fondo que prohibir la apología del delito en conciertos. No estoy a favor de la exaltación de la violencia y quisiera evitar que los jóvenes se vieran atraídos por esas vidas falsas de lujos, pero si se prohíben esas canciones o la libertad de expresión, ¿cómo podrían los jóvenes expresar lo que están viviendo?
México canta y llora a la vez, vivimos en una contradicción por la falta de resultados. Más que prohibir, que esto nos sirva para profundizar y entender hasta dónde ha penetrado la violencia en nuestras vidas.
