Independiente de la vileza que significa agredir a médicos y enfermeras por ser posibles portadores y transmisores del virus, la semilla de estas bajezas proviene, sin duda, del efecto de los rumores. Información aparente que se expande como veneno en el ánimo de personas que reaccionan de forma irracional.
El peligro de un rumor es cuando logra influir en las masas (o alguna parte de ellas) y puede modificar sus emociones, criterios y el riesgo extremo es cuando las mueve a tomar acciones.
Desmontar un rumor es posible cuando existe información verídica y los medios o personas capaces de saberlo comunicar. No obstante hacen falta dos elementos vitales para combatir un rumor de creciente intensidad: la voz y el momento. Las masas (según Marshall McLuhan) escuchan las voces claras, aquellas que logran acallan ruidos y entran directo del oído al cerebro. Es decir, se requiere de un vocero con credibilidad; la contundencia de un líder. La oportunidad solo es una; el momento preciso para poner luz en medio de la confusión y disipar al rumor en un instante. No es tarea sencilla.
No es efectivo entrar a debate en el combate de los rumores. La frase para acallar el rumor debe tener todas las virtudes de un mensaje audaz, muy similar a las técnicas publicitarias capaces de inducir a la compra de cualquier artículo. Cualquier duda o rendija puede hacer fracasar la estrategia para desterrar al rumor del espacio público en donde se mueve. La pandemia, por eventual y dramática, es escenario para el crecimiento de rumores acelerados por la velocidad y penetración del espacio digital. Cuidarnos de los rumores es quizá tan importante como el cuidado propio de la salud.