Ayer, en la Ciudad de Washington se torció la historia para acomodarla al gusto de los presidentes Trump y López Obrador que se imaginaron a la estatura de Lincoln y Juárez. En los discursos y en las ceremonias forzaron los mensajes para construir la idea de que Abraham Lincoln y Benito Juárez coincidieron en ideales y heroísmo. Casi los hicieron compadres. Usaron episodios de las biografías de ambos personajes para interpretarlos a la actualidad. Cuando Lincoln fue diputado, efectivamente criticó la guerra Estados Unidos-México de 1846 y se opuso con firmeza a una nueva invasión en 1860. Su posición respondía más a la circunstancia interna que a un amor por México. Ya como Presidente Lincoln no reconoció a Maximiliano como emperador de México; tenía una preocupación mayor: la guerra de secesión de EU.
No hubo afinidad entre ambos. Lincoln fue amigo de Matías Romero, embajador de México en EU, pero su nombre no es tan atractivo para los discursos. Las circunstancias colocaron a Juárez como aliado de los conservadores estadounidenses. Cuando la Guerra de Reforma en 1861 concibió que existieran 2 presidentes de México (Juárez en Veracruz y Miramón en la Ciudad de México) los norteamericanos inclinaron la balanza a favor de Juárez. Juárez entonces estuvo más cerca del Presidente James Buchanan, rival político de Lincoln. Con base en el tratado McLane-Ocampo EU envió barcos para defender a Juárez cercado por tropas de Miramón. Salvaron a Juárez y a la Reforma. Buchanan en ese momento buscaba reelegirse como hoy Trump. Sus acciones iban orientadas a generar en la opinión pública la anexión de Sonora y Baja California a Estados Unidos. Perdió la reelección ante Lincoln.